«1976» de Héctor Flores (Chaco de la pitoreta) nos revela una poesía construida desde lo íntimo de un viaje, ese viaje en el que nos vemos tentados a entrar, ése que nos lleva siempre a la infancia. La obra del Chaco, y «1976» es sólo una marca más en su mapa personal, está profundamente marcada por la cercanía que su autor tiene con el lugar natal, está claro que el autor tiene un compromiso político y que la poesía es el medio para dar voz a hombres y mujeres, que como en él, El Aguán se convierte en un vínculo con la existencia misma. Como en otros momentos en los que he escrito sobre la poesía de Flores, hoy, puedo confirmar que la valoración de la poesía que el Chaco construye no debe hacerse únicamente desde lo estético, se deben valorar otras aristas que definen el rostro de una poética mucho más cercana con los hilos de lo humano, las pequeñas cosas que hacen posible la vida misma, todo aquello alejado de la parafernalia de un mundillo literario al que le es ajeno ciertas experiencias.
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1976
De aquella mañana no queda nada
apenas los lamentos de la madre
y el alcohol del padre.
Queda la huella en el tiempo
la nostalgia
y las ganas de volver ahí.
no queda mucho
unos cientos de horas
los ojos de la mujer
y el eco del llanto
rompiendo al mundo.
No queda mucho
solo los mapas del tiempo
y una vieja brújula en la memoria
para volver los pasos
en el momento posible.
El primer día
Entre teja y barro
al costado de la cruz
del otro lado del río.
Con el olor eterno
del fuego que nunca se apaga
al ritmo del agua que siempre hierve
en la mirada eterna
al otro lado del mundo.
Entre sábanas del tiempo
con las nubes por caricia
y aquella sensación de lo nuevo
que en este lado
se hace eterno…
En aquel lado de Manto
y de este del río Pito
1976 se hizo luz
El Tablón cuenta la historia.
El Tablón
Sólo son tres saltos
y dos miradas
para que en la falda del cerrito
emergen tus tejados.
Como escribir distinto
pedacito de cielo
si en tus callejones eternos
se hicieron fuertes e indomables
los callos que hoy me definen.
Todavía van tus calles
dibujadas en los surcos de mis años
empeñadas en mantener polvo
amasando barro nuevo
para nombres nuevos.
El río Pito
Fue sólo un salto
y las aguas de la posa se rompieron
y se tragaron mi historia.
En las ondas del embalse
se dibujaron las rutas
en las corrientes del río se fueron los apegos.
Fue sólo un salto
y del otro lado la baronesa
la del rugir incuestionable
y ruta marcada
anunciando la partida
como canción sin viceversa.
Manto
De lejos la cruz
de cerca la vida
entre las calles los sueños
con los sueños la gente.
Manto arropa
cobija la vida
y reinventa la esperanza.
Y se despierta cada mañana
Entre rayos de sol
y rizos de pino
arrullando el camino
recibiendo al peregrino.
Manto se ve en la cordillera
allá donde los ojos ponen la esperanza.