Por Roberto Carlos Pérez
¿Me acuerdo? Sí, me acuerdo. Tenía veintidós años y acababa de terminar la carrera de música. Llevaba un diario en el que anotaba lo que me sucedía, pues me resultaba interesante ver cómo el tiempo me iba transformando. De ese diario nació mi libro de cuentos Alrededor de la medianoche y otros relatos de vértigo en la historia. Había leído con voracidad a los clásicos y, en busca de nuevos tonos, me enteré de un poeta mexicano que había escrito lo que la nota de Amazon decía ser «una de las mejores novelas cortas de todos los tiempos».
El libro llegó a casa de mis padres a los pocos días. Un domingo, después de misa, me senté a leerlo. Siendo yo amante de los boleros, me llamó la atención la referencia al de Pedro Flores que acompaña al protagonista: un niño de los años cuarenta que, durante el México de Miguel Alemán, se enamora de la mamá de su mejor amigo. Por alto esté el cielo en el mundo, por hondo que sea el mar profundo, no habrá una barrera en el mundo que mi amor profundo no rompa por ti.
Crecí admirando las novelas cortas de Steinbeck y Las batallas en el desierto reafirmó mi amor por la concisión, porque en la escritura de la novela el arte se revela en cada línea. Cómo no asombrarse ante frases como: «Todos somos hipócritas, no podemos vernos ni juzgarnos como vemos y juzgamos a los demás», o «el amor es una enfermedad en un mundo en que lo único natural es el odio», o bien «Qué antigua, qué remota, qué imposible esta historia. Pero existió Mariana, existió Jim, existió cuanto me he repetido después de tanto tiempo de rehusarme a enfrentarlo… Terminó aquel país. No hay memoria del México de aquellos años. Y a nadie le importa: de ese horror quién puede tener nostalgia».
Leí la novela envuelto en el éxtasis que sólo el gran arte puede producir. Un nuevo lenguaje se me había revelado. Imaginé al autor, diáfano, cristalino, tan luminoso como la más pura de sus oraciones. El intelecto no canta, decía Antonio Machado, y nada en la novela parecía mostrar a un autor antipático, como muchos, encerrado en sí mismo.
Para entonces tenía la idea de que el mejor arte es aquel que se hace sin pretensiones, y ese desconocido señor se me hacía la persona más sabia del mundo, porque escribir con tanta claridad emociones tan complejas como el amor, el odio, los celos, y desgranar con lucidez las mentiras que unos a otros nos decimos a diario, para ponerlas en boca de un niño, es el mayor desafío de Las batallas en el desierto. Carlitos es el gran personaje niño de la literatura hispanoamericana.
Conocí al señor; fue mi amigo, mi maestro, mi mentor y una de las personas más importantes en mi vida y, sin duda, el ser humano más transparente que he conocido. José Emilio fue una ráfaga de luz que me alumbró con su bondad y su talento. Hoy, dolorosamente, me toca decirle lo mismo que Miguel Hernández le dijo a su amigo Ramón Sijé:
A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.
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Roberto Carlos Pérez (Granada, Nicaragua, 1976). Autor del libro de cuentos Alrededor de la medianoche y otros relatos de vértigo en la historia (2012 y 2016) y editor del libro de ensayos en homenaje al poeta mexicano José Emilio Pacheco: José Emilio Pacheco en Maryland (1985 – 2007) y de la novela modernista El vampiro (1910), del poeta y narrador hondureño Froylán Turcios. Ha publicado cuentos y ensayos críticos para revistas nacionales e internacionales como eHumanista, revista especializada en temas cervantinos y medievales, Carátula, revista cultural centroamericana, Círculo de poesía, revista electrónica de literatura, El Hilo Azul, revista literaria del Centro Nicaragüense de Escritores, Lengua, revista de la Academia Nicaragüense de la Lengua, Repertorio dariano, Acahualinca, revista de cultura de la Academia de Geografía e Historia de Nicaragua, La Zebra, revista de letras y artes, El pulso, periódico de investigación, Alastor y Luvina, revista literaria de la Universidad de Guadalajara, entre otras. Ha sido incluido en las antologías Flores de la trinchera. Muestra de la nueva narrativa nicaragüense (2012) y Un espejo roto (2014). Su cuento «Francisco el Guerrillero» fue traducido al alemán y apareció en la antología Zwischen Süd und Nord: Neue Erzähler aus Mittelamerika (2014). Estudió en la escuela de bellas artes Duke Ellington School of Arts y se licenció en música clásica por Howard University. Investigador de la obra de Rubén Darío (ha participado en festivales y homenajes y ha publicado diversos ensayos dedicados a preservar la memoria del poeta nicaragüense), es máster en literatura Medieval y de los Siglos de Oro por la Universidad de Maryland.