Periodismo y Poder: sobre la onírica imparcialidad de los medios

EGO26 febrero, 2017

Por Albany Flores


Hoy más que nunca, los medios de comunicación al servicio del periodismo mundial se presentan como herramientas fundamentales para la comprensión del ejercicio del poder; sólo que, a diferencia del pasado, el periodismo actual ya no sólo se presenta como la plataforma crítica y de contrapoder que había sido desde su primer auge en el siglo XIX: el periodismo actual es un medio donde se crea poder[1].

Las relaciones del periodismo con el poder cambian. Lo hacen a través de la verificación del discurso público, las acciones y políticas públicas emprendidas desde los gobiernos.

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En su libro Muerte y vida del periodismo americano, Robert W. McChesney y Jonh Nichols, consideran que el periodismo actual ha cambiado no solo su función comunicativa y crítica, también se ha desprendido de las viejas estructuras y premisas que antaño marcaron su desempeño. A la vez, han considerado que los cinco grandes cambios del periodismo de hoy están en:

  • El énfasis de la actualidad inmediata: la idea de dar las noticias primero que todos, lo que significa que si un periodista tarda 20 minutos en informar sobre un evento ya llega demasiado tarde.
  • Los trabajadores: las salas de redacción actuales están cambiando a los periodistas veteranos con mucha experiencia y altos salarios por periodistas más jóvenes, flexibles y con conocimientos multimedia, pero con cero conocimientos institucionales o experiencia de campo.
  • La relación entre el periodista y el lector: puesto que hasta hace unos años las noticias solían ser casi un soliloquio o un monólogo, pero ya que hoy día existen tantos medios de prensa y plataformas digitales, el público espera de los medios que escriban sobre temas nuevos y presenten nuevas perspectivas.
  • La lealtad a una organización de noticias: significa que antes de la era virtual el público se informaban en un medio en particular, mostrando así una especie de lealtad hacia ese medio, lo que no sucede en la actualidad.
  • El Incremento de las redes sociales: lo que disminuido a la actividad periodística y la exclusividad que ésta tenía al informar sobre cualquier evento.

Todo esto ha cambiado radicalmente la reglas del juego, pero no significa que por ello la actividad noticiosa haya mostrado mayores niveles de responsabilidad crítica y objetiva al informar, y al contrario de eso, la sociedad actual ha entrado en una época de confusión informativa denominada post-verdad, donde la verdad de la mentira se distinguen muy poco. La libertad digital y la democratización de la información a través de las redes sociales no han creado un mayor número de lectores o un pensamiento crítico como se cree, al contrario, parece haber permitido el nacimiento de la primera generación de analfabetas digitales. Hoy día, la gran mayoría de los usuarios de redes sociales están leyendo los encabezados —de donde se hacen una opinión ligera—, pero no los textos. La literatura, por su parte, cada vez pierda más territorio[2].

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¿Qué tiene que ver esto con la función fiscalizadora y crítica del periodismo hacia los gobiernos?, ello también ha transformado la relación del periodismo con los con los gobiernos, los políticos y el poder.

En el curso impartido por la Universidad Complutense de Madrid y dirigido por el director editorial de medios regionales de Vocento, Bieito Rubido, éste ha dicho que «Resulta difícil mantener una relación sana y equilibrada entre prensa y poder, una distancia ideal que cuando se rompe pervierte al periodismo». Por su parte, Fernando González Urbaneja, presidente de la Asociación de la Prensa de Madrid, ha matizado un poco la idea de Rubido, al decir que: «No tenemos que perder el foco. La relación con los políticos es puramente instrumental, el elemento fundamental es el ciudadano. Es a este a quien le debemos lealtad». Por otro lado, en cuanto a la supuesta imparcialidad e independencia de los medios digitales de hoy que se venden como “totalmente independientes, veraces e imparciales, Alejandro Varas ha expresado que «La independencia de los medios va en relación a su solvencia, y ésta determina su capacidad para alejarse del poder público[3]».

En una acción sin precedentes, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, rompe la tradición y ha informado que no asistirá a la tradicional cena con los periodistas este año. Analistas consideran la decisión como muestra de la fisura entre la prensa y la Casa Blanca.
En una acción sin precedentes, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, rompe la tradición y ha informado que no asistirá a la tradicional cena con los periodistas este año. Analistas consideran la decisión como muestra de la fisura entre la prensa y la Casa Blanca.

La relación del periodismo y con el poder lo ha llevado a ser considerado durante mucho tiempo como el “cuarto poder” de los Estados, aunque por supuesto esta aseveración no es del todo acertada, sobre todo si consideramos más de los tres poderes establecidos jurídicamente en los Estados occidentales. Para el caso, en Honduras el poder militar y el poder eclesiástico tienden a ser mucho más influyentes en las sociedades y en los políticos que el periodismo.

Pero el periodismo que inquiere a los gobiernos lo hace con una insistencia tal, que logra incomodar especialmente a los funcionarios y a quienes ejercen el poder. En periodismo es capaz de “poner y quitar poderes”. Por otra parte, el periodismo militante, el que valida un proceso o personaje político lo hace sobre un interés que puede estar ligado al contexto social y económico. De esta forma, su relación con el poder —especialmente el periodismo digital de hoy— está dividido entre el periodismo que cuestiona y ataca a los gobiernos (casi siempre ligado a la oposición) y el periodismo que valida y alaba los actos emprendidos desde esos gobiernos. Pero esto no es una tendencia novedosa.

https://www.youtube.com/watch?v=GSryte1v-xc

Lo que resulta particularmente nuevo es el fenómeno periodístico-político surgido alrededor de los eventos políticos más relevantes del 2016 en el mundo occidental: nos referimos al Brexit en Gran Bretaña, el plebiscito colombiano en el marco de los Acuerdos de Paz con las FARC o el triunfo de Donald Trump en las Elecciones Generales de los Estados Unidos.

Esos eventos pusieron en evidencia, quizá como nunca antes en la historia, cómo la realidad puede ser manipulada —y es manipulada— por las grandes corporaciones de noticias para lograr un fin particular del que obtendrán beneficios. El periodismo que insistió en que la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea era prácticamente imposible, que influyó decisivamente en la opinión de los colombianos para que no fuera posible el SÍ a la paz en Colombia después de unos Acuerdos históricos, y que puso ante la opinión pública del mundo a Donald Trump como el futuro gran perdedor en su enfrentamiento ante Hillary Clinton en la carrera por la Presidencia de los Estados Unidos, no sólo se equivocó, también evidenció sus propias aspiraciones e intereses.

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Desde su campaña a la presidencia Donald Trump demostraba conflictos con la prensa. Pero fue hasta su toma de posesión que ese se evidenció, cuando la Casa Blanca se vio obligada a recurrir a los «Alternative Facts» para desvirtuar la crítica de la prensa.

La sola idea de imparcialidad en los medios periodísticos o en cualquier otro, es ya una idea fantasiosa. La imparcialidad es un bien escaso, pero no sólo eso, es también una acción provocada. En tonos más prácticos, la emotividad y el interés vencen a la racionalidad casi siempre. Por tales motivos, la prensa no sólo cuestiona o valida al poder, también toma parte de él.

Las relaciones prensa-poder (nos referimos a la prensa crítica), giran alrededor de la frivolidad, la revalidad histérica y la intolerancia de los gobiernos y las clases políticas a quienes cuestionan. Quisiéramos hacer un ejemplo: cuando inició el gobierno liberal de Manuel Zelaya Rosales, uno de los más duros y casi enconados críticos fue el canal de televisión Cholusat Sur 36 al mando del periodista Esdras Amado López. Esa premisa se mantuvo la primera parte de gobierno de Zelaya, pero, de pronto, el crítico de Zelaya y su canal tornaron su retórica discursiva a la defensa y promulgación de las políticas públicas y actos ejecutados por éste. Tiempo después, cuando en junio del 2009 se dio el golpe de Estado, el mismo canal —al igual que la opositora Radio Globo— se convirtió en un fiero defensor del gobierno depuesto y en crítico constante del régimen de facto de Roberto Micheletti, por lo que el gobierno de éste ordenó el cierre de ambas entidades noticiosas[4].

En mayo del 2016 el presente gobierno de Juan Orlando Hernández ordenó el cierre, otra vez, de la opositora Globo TV, causando gran inconformidad entre sus escuchas. Según la versión del gobierno, el canal habría sido cerrado por el incumplimiento de la renovación de su permiso de operaciones, a lo que su director, el periodista David Romero respondió: «Tenían la obligación de renovar los permisos dos meses antes de su vencimiento y ninguno de esos sistemas cumplió». Aunque no hubo mayores consecuencias y la señal del canal regresó rápidamente, las autoridades del canal dijeron que la acción era «una represalia por sus críticas a la administración de Juan Orlando Hernández[5]».

El cierre de Globo TV provocó el reclamo de muchos sectores de la población que vieron el incidente como un atentado a la liberta de Expresión. El medio no volvió a salir al aire, el gobierno asegura que no ha sido del interés de su propietario Alejandro Villatoro renovar el permiso de operaciones.
El cierre de Globo TV provocó el reclamo de muchos sectores de la población que vieron el incidente como un atentado a la liberta de Expresión. El medio no volvió a salir al aire, el gobierno asegura que no ha sido del interés de su propietario Alejandro Villatoro renovar el permiso de operaciones.

Hasta hace unos meses, tanto canal 36 como Radio Globo y Globo TV eran los medios abanderados de la oposición hondureña, hasta que ambos periodistas, López y Romero, se distanciaron del líder del LIBRE Manuel Zelaya, cambiando radicalmente su discurso reivindicador de las acciones de LIBRE, por un discurso de ataque constante y sin tregua contra Zelaya y las autoridades del partido.

Pero ello es sólo una muestra local. La “imparcialidad de los medios” se ha puesto en tela de juicio con algunos de eventos latinoamericanos entre la prensa y los gobiernos. Recientemente el gobierno de Mauricio Macri hizo sacar del aire a la televisora izquierdista Telesur, vendida ante la opinión pública como un medio “independiente e imparcial”, cuando sus contenidos son única y exclusivamente aquellos que validen los proyectos socialistas de la región y el mundo.

La dura critica a los gobierno de derecha de la región y la vinculación política de los periodistas y corresponsales de la cadena, vinculados con partidos de izquierda, ha provocado que el medio sea percibido por los gobiernos conservadores como una plataforma del chavismo latinoamericano.
La dura critica a los gobierno de derecha de la región y la vinculación política de los periodistas y corresponsales de la cadena, vinculados con partidos de izquierda, ha provocado que el medio sea percibido por los gobiernos conservadores como una plataforma del chavismo latinoamericano.

Esa visión de “imparcialidad” no es única de Telesur, es una constante en los medios periodísticos alineados en la izquierda. Aun hoy, en la mayoría de países del mundo occidental (sobre todo en Honduras), la idea de periodismo independiente es la del periodismo militante de aquí y de allá, pero la gran tarea del periodismo independiente no es sólo «decir lo que los grandes medios callan», sino decirlo mejor, con mayor responsabilidad y apoyado en fuentes creíbles y verificables.

La discusión de lo que está haciendo y obviando el periodismo con respecto a las acciones del poder ha vuelto a la palestra pública por las últimas acusaciones del Presidente Donald Trump de que «la CNN y The New York Times son enemigos del pueblo estadounidense», haciendo referencia a los múltiples ataques unilaterales que éstas corporaciones realizan ante las políticas del mandatario.

El gobierno de Venezuela ha denunciado a CNN por manipular la información para desestabilizarlo. La cadena de noticias fue cerrada en Venezuela.
El gobierno de Venezuela ha denunciado a CNN por manipular la información para desestabilizarlo. La cadena de noticias fue cerrada en Venezuela.

Quizá ese sea el único punto en común entre Trump y el Presidente venezolano Nicolás Maduro, quien la semana pasada ha ordenado el cierre y expulsión de la cadena CNN de su país, por considerarla como un medio de la guerra mediática de los Estados Unidos.

Entonces, ¿cuáles son los medios imparciales de hoy?, a decir verdad no existen. Es el lector quien se hace a la idea casi romántica de que el medio que sigue es imparcial, sólo porque responde a sus ideales, intereses y visiones del mundo. La imparcialidad absoluta no existe, pero existe el compromiso, la ética y la responsabilidad de informar con la verdad, con los hechos y las fuentes verificables más allá de las pasiones políticas.

Citas al pie.

[1] Conferencia sobre el nuevo periodismo a cargo de la catedrática, columnista y politóloga Máriam Martínez-Bascuñan.

[2] “Los editores advierten en un informe sobre el estancamiento de la literatura”, Ediciones El País, disponible en: http://cultura.elpais.com/cultura/2017/01/06/actualidad/1483721992_502985.html

[3] Véase: “Periodismo y poder político, una relación difícil hasta la perversión” de Cristina Durán León. Disponible en: http://www.abc.es/20100712/medios-redes/periodismo-poderpolitico-201007122152.html

[4] Diario La Prensa. Edición del 29 de septiembre del 2009.

[5] “¿por qué el gobierno de Honduras cerró Globo TV, el principal medio opositor del país?”, de Alberto Nájar. Disponible en: http://www.bbc.com/mundo/america_latina/2016/05/160525_honduras_cierra_principal_medio_opositor_an

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