El fundador del Partido Anticorrupción (PAC), César Alejandro Salvador Nasralla Salum, fue designado como el candidato oficial para representar a la Alianza opositora (LIBRE, PAC y PINU) en la Elecciones Generales del próximo noviembre. Su misión será hacer frente al líder del Partido Liberar, Luis Zelaya, y al candidato reeleccionista Juan Orlando Hernández del oficialista Partido Nacional.
La oficialización de la candidatura del señor Nasralla llega en un momento en que la situación dentro de su propio partido no le favorece, al grado de haber perdido el mismo.
En los últimos meses el señor de la televisión amenazó públicamente con abandonar las filas de la institución y optar por otras instituciones políticas como el aliado Partido Innovación y Unidad (PINU), que a través de su presidente, Guillermo Valle, le ha abierto las puertas. Esto —secreto público— por las enconadas disputas internas que en el último año han librado los máximos líderes del PAC con respecto a los destinos de su partido.
Las maniobras políticas que en el último año ha emprendido en su contra la Diputada y pastora evangélica, Marlene Alvarenga, le han restado autoridad y control de la institución que él mismo fundó en el periodo post-golpe de Estado con ánimo de restarle posibilidad de gane a Xiomara Castro en el también recién fundado partido Libre. Ahora, con su nuevo nombramiento como candidato por “consenso” de la Alianza, la primera pregunta que surge es si en realidad Nasralla —sin la estructura del PAC que parece haber perdido—, sigue siendo tan útil a los intereses de poder de Manuel Zelaya Rosales.
Salvador Nasralla asume la candidatura presidencial en una estructura en la cual no tiene control alguno. La asamblea que lo nominó fue enfática al afirmar que es Manuel Zelaya Rosales quien verdaderamente mueve los hilos. De asumir la presidencia y de continuar la relación de poder que actualmente observamos en la Alianza, Nasralla sería el presidente, pero el poder estaría en manos de Manuel Zelaya.
Salvador Nasralla, un candidato de derecha que antes adversaba a Manuel Zelaya acusándolo de ser de «izquierda radical», responsable, según sus palabras, «de la crisis que vive el país», hoy lo defiende mostrando los datos de su buena administración y afirma que si antes le criticó, fue producto de la ignorancia que parece haber superado. Salvador, el abanderado de la «ideología» de la anticorrupción, ahora se ve obligado por la Alianza a ignorar los casos de abuso de autoridad que le señalan a la administración Zelaya que concluyó con el golpe de Estado de 2009 y el acuerdo Cartagena que daba amnistía a los involucrados en la crisis política de ese año. Todo vale para sacar a JOH. El fin justifica los medios. ¿Hasta dónde podrá Salvador Nasralla meter las manos al fuego por el gobierno del Poder Ciudadano que está siendo investigado por la MACCIH?
En cuanto a su posición de “salvador” de Honduras, como muchas veces él mismo se ha autodenominado, y de principal contendedor del Presidente Hernández para los comicios de este año, la candidata a Diputada por el PN, Edith Copland, considera que la verdadera contienda presidencial de las Elecciones de noviembre «serán entre Luis Zelaya y Juan Orlando Hernández».
La aspirante al Congreso nacional ha manifestado que «el señor Nasralla no tiene posibilidades de vencer al candidato nacionalista porque es evidente que las instituciones políticas que conforman la Alianza (LIBRE-PAC) están fragmentadas y debilitadas». Para ella, la lucha presidencial será entre los dos candidatos de los partidos tradicionales, por la fortaleza y unidad que hoy posee el PN y por la evidente recuperación que ha experimentado el Partido Liberal.
«No hay ninguna duda que las próximas elecciones las ganará el Presidente Juan Orlando Hernández, porque tanto el Presidente como el Partido Nacional le están dando las respuestas a Honduras», asegura Compland y deja claro que los escándalos de corrupción y vínculos con el crimen organizado de los que ha sido acusado el PN no afectarán a su candidato y a su partido a la hora de las votaciones, porque «ha sido hasta este gobierno que se ha enjuiciado a muchos alcaldes y políticos involucrados en casos de corrupción, como en el caso del Seguro Social y eso muestra la voluntad de fortalecer la justicia que ningún presidente antes demostró».
Copland invita al señor Nasralla a que le responda si él hará lo mismo de resultar Presidente, si también juzgaría a todos los corruptos de la (ahora) oposición, que antes fueron gobierno «como lo ha hecho Hernández en su partido» y cuestiona que una de los temas de campaña de Nasralla sea pedir la CICIH, desconociendo el importante trabajo que la MACCIH ejecuta por acabar contra la impunidad en el país.
Si bien se sabe que entre las funciones del Presidente no está la de juzgar a nadie, las palabras de Copland pueden interpretarse como la no obstrucción de las investigaciones desde el ejecutivo que ha sido práctica en todos los gobiernos.
Es cierto que la oposición ya no es lo que era antes. Tanto LIBRE como el PAC han mostrado una notable desaleración en su crecimiento. Aunque a nivel retórico la Alianza intente hacer creer lo contrario, no es cierto que ambas instituciones tengan el mismo impacto y poder de convocatoria que tuvieron individualmente en las Elecciones del 2013. Hoy el número de militantes de ambas instancias ha venido en descenso y muchos de sus líderes y diputados han abandonado las filas de los partidos durante todo este gobierno debilitando aún más sus estructura partidarias. El caso más dramático es el PAC, que ahora está en control de una facción proscrita por Nasralla, sin el respaldo de las figuras de peso como Redondo, Padilla, Mena, que han anunciado su retiro de la institución política.
En libre existe un descontento con el manejo de las elecciones del 12 de marzo que dieron como ganador de casi todos los puestos al movimiento “28 de junio” (que son los mismo del Poder Ciudadano que fueron parte de la crisis del 2009). Eso ha mellado en la base que ve como en su partido se reproducen las prácticas de los partidos tradicionales.
Pero tampoco es cierto, como dice Copland, que el PN sea hoy el partido robusto que era en las elecciones del 2013. Los escándalos de corrupción y vínculos con el crimen organizado que se realizaron (en su mayoría) durante la administración de Porfirio Lobo, sumado a la intensa campaña que desde la oposición se ha mantenido centralizando todos los problemas del país en la figura del presidente Hernández ha causado mella en su credibilidad y si tiene, a este momento, altas posibilidades de alcanzar un tercer período consecutivo se debe, en gran medida, a la incapacidad de la oposición de unir fuerzas en contra del Partido Nacional.
Mientras tanto, el candidato liberal, Luis Zelaya, se vende como el representante de un partido renovado, y su discurso se parece mucho al de un evangelista sufrido por su pueblo, y no al de un político capaz de ofrecer las respuestas y soluciones a los grandes problemas del país. El Partido Liberal apuesta al debilitamiento de los demás partidos para crecer en membresía. Asumen que los hondureños hemos olvidado que en lo que respecta a las dificultades que hoy enfrenta la administración pública, el papel de los liberales ha sido tan nefasto como el del PN.
El candidato Nasralla se enfrenta a un conflicto electoral muy distinto a su primera experiencia en 2013. Ya no cuenta con el respaldo de su partido político, y al parecer, tampoco con la gran emotividad del pueblo hondureño que producto de la crisis del 2009 votó masivamente contra el oficialismo en 2013. La Alianza entre el PAC y LIBRE es una alianza tardía.
Desde diciembre del 2013, Salvador Nasralla abrió la posibilidad a la oposición de aglutinarse en un solo bloque para enfrentar al control institucional y la fuerza política del PN. Esto, como respuesta al triunfo, legal o no, de Juan Orlando Hernández.
Pero LIBRE desoyó al entonces presidente del PAC por la engañosa sensación de triunfalismo que le había provocado la emotividad postgolpe. Fue esa misma sensación la que hizo al partido caer en la idea de un triunfo seguro, olvidando que enfrentaban al partido históricamente poderoso como el PN, que además contaba con gran poder económico, los medios de comunicación y con los recursos y estructura del Estado y el clientelismo que usan a su beneficio.
Aunque Xiomara Castro y el mismo Nasralla obtuvieron un gran número de votos en aquella contienda del 2013, y a pesar que ambos se declararon vencedores de la misma individualmente y culparon al actual Presidente Hernández de fraude electoral —quien ya había sido acusado de lo mismo por su ahora designado presidencial, Ricardo Álvarez en 2012—, ninguno de ellos pudo comprobar dicha anomalía. Existe la idea en la política electoral hondureña que una vez se consuma un fraude, este nunca se revierte y para muestra tenemos el caso de la candidatura de Jorge Aldana a la alcaldía de la capital, que a pesar de las pruebas presentadas por su contrincante Wilfredo Mendez, quien lo acusa de inflar los votos que le dan como ganador, nada pasó.
Aun así, las cifras alcanzados por ambos candidatos en 2013 no pueden ser ignoradas, y sin lugar a dudas la unión de ambas fuerzas hubiese resultado arrolladora para el PN. Pero no ahora.
LIBRE sólo se alió al PAC cuando se vio debilitado. Es una alianza por interés de poder, no por convencimiento ni por el pueblo, con una plataforma quimérica de promesas que solo repite lo que el pueblo quiere escuchar (al igual que cualquier candidato tradicional) sin profundizar en los verdaderos problemas del país. La única consigna clara en la oposición, es «Fuera JOH».
Si el principal motivo de la alianza del Partido LIBRE con el PAC radicaba en la debilidad que presenta hoy día la institución, y si el principal objeto de la misma era su fortalecimiento electoral frente a la maquinaria nacionalista, ¿Cómo le afectará a la alianza que esa estructura del PAC ya no esté de su lado?, es decir, ¿de qué le sirve Salvador Nasralla a la Alianza (a LIBRE) sin la estructura política del Partido Anticorrupción ahora en manos de Marlene Alvarenga?, ¿será suficiente la popularidad y credibilidad de Nasralla para brindarle la victoria a la Alianza en las elecciones de noviembre?
Son preguntas sin respuesta inmediata.
Lo que no es inmediato son las alianzas políticas, que desde tiempos remotos han sido utilizadas para propósitos políticos, no humanistas, como es el caso de la alianza de oposición en Honduras.
Durante la Segunda Guerra los Estados Unidos se aliaron con Rusia para vencer a un enemigo común: el Eje fascista. Una vez logrado el objetivo y erradicado el enemigo, se hicieron la guerra fría entre sí.
Aunque Salvador (por ser el menos peor de los candidatos) lograra por su propia credibilidad alcanzar la Presidencia de la República, ¿qué nos garantiza que será un gobierno de unidad entre los aliados PAC y LIBRE?
Al final de la asamblea de la Alianza de Oposición, los medios de comunicación enfocaban su análisis en las maniobras oscuras que Manuel Zelaya pueda estar jugando en contra de su hoy aliado Salvador Nasralla, Mel es un «animal político» con cuatro décadas de navegar entre tiburones, mientras Nasralla parece seguir siendo un principiante en la política. Marlene Alvarenga, por otro lado, cuando esperaba concluir el proceso electoral que le colocó como presidenta del PAC y en el cual participó sola ante la negativa de Salvador Nasralla de enfrentársele, fue enfática en sus palabras a Manuel Zelaya Rosales «que tenga cuidado con Salvador, que hará con la Alianza lo mismo que hizo con el PAC», dijo.
Citas al pie.
[1] Véase: Otero Felipe, Patricia. Honduras, elecciones presidenciales y legislativas (1980-2009). Instituto de Iberoamérica, Universidad de Salamanca. Disponible en: http://americo.usal.es/oir/opal/elecciones/Elecc_Honduras_Otero.pdf