LA FRAGILIDAD DEL TECHO DE VIDRIO EN LA CLASE POLÍTICA HONDUREÑA

EGO14 marzo, 2018

Por Óscar Esquivel

El ser humano no es químicamente puro y tal vez nunca lo sea. Entendemos como químicamente puro que alguien sea completamente bueno o perfecto bíblicamente hablando. En consecuencia, no existen organizaciones, de cualquier tipo, que sean perfectas. Sin embargo, buscar la mejora en el individuo y por ende en las organizaciones debe ser una constante permanente y en el caso
de Honduras, en este momento histórico, una necesidad que no puede seguir siendo postergada.

Se ha llegado a un momento en que si la justicia fuese aplicada, nos quedaríamos sin clase política «desgobernante», siendo éstos de cualquier color político, como lo hemos dicho en ocasiones anteriores. Esto no es nuevo para una buena parte de la población. Los dirigentes políticos tradicionales en Honduras no tienen colores de banderas diferentes; tienen intereses particulares y no colectivos. Intereses que les permitan robar a manos llenas, saciarse y revolcarse como cerdos.  Los acuerdos de impunidad bajo la mesa, que no aparecen en ningún papel, han sido históricos, pero al parecer, la misma naturaleza corrupta ya les está pasando factura.

Es el momento propicio para construir una nueva plataforma política y social. En palabras de Fidel Castro, «cambiar todo lo que debe ser cambiado». Es hora que los hombres y mujeres honestos y con capacidades – que son las mayorías- se encarguen de gobernar Honduras y no abandonarla en el desorden en el que se encuentra desde décadas. Es hora de buscar los intereses colectivos. Ya no se trata de seguir ciegamente a «santos que orinan», que escondidos en diferentes banderas políticas han robado y saqueado vulgarmente a este noble país. Falsos líderes, dirigentes, fariseos que nos han llevado a la hondura en la que hoy nos encontramos: las peores estadísticas de pobreza del continente.

Hay que construir nuevos espacios, infiltrar los ya existentes, expulsar a los corruptos de espacios que corresponden a luchas genuinas del pueblo. Hay que propiciar y patrocinar peleas entre corruptos y limpiar la casa. Impedir que se reorganicen para seguir en los mismo, para saquear el país. Honduras no puede seguir siendo víctima de malinches ni de intereses imperiales. Se necesita una verdadera revolución, cambiar lo que debe ser cambiado. Hay que organizarse, pero no con jóvenes viejos, ni con viejos mafiosos, hay que actuar. Honduras ya no aguanta parchos, ya no soporta personajes que han vivido décadas del Estado, ya sea a través de sueldos o salarios para ellos o sus familiares, o ya sea a través de negocios oscuros.

Honduras, parafraseando a Gramsci, vive su momento más oscuro. Los monstruos surgen; la vieja clase política se niega a morir. Pero ya va siendo hora que la nueva Honduras aparezca.

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