El 23 de enero, en medio de manifestaciones masivas en las calles de la capital venezolana, Caracas, el joven político de oposición Juan Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional, elegida en las últimas elecciones libres y justas de Venezuela en 2016, anunció que asumía la presidencia de la república, desafiando así al presidente Nicolás Maduro, quien fue juramentado para un segundo mandato el pasado 10 de enero.
Lo que se ha calificado como autoproclamación de Guaidó a la presidencia interina de Venezuela, tiene un trasfondo legal y político que podría desarrollarse en el final de chavismo.
Juan Guaidó, ingeniero de 35 años, ha sido líder de la oposición y jefe de la Asamblea Nacional por solo tres semanas, pero ha estado políticamente activo por más de una década.
Formó el Partido de la Voluntad Popular en 2009, se unió a la Asamblea Nacional en 2011 y asumió el cargo de líder del organismo el 5 de enero. Ahora dice que las elecciones del pasado mes de mayo, que ganaron otro término en Maduro, fueron una farsa, una opinión compartida por otros países, incluyendo Estados Unidos y el grupo de Lima, que se negaron a reconocer los resultados.
De acuerdo con la constitución de Venezuela, esto significa que el líder de la Asamblea Nacional debe intervenir. Sin embargo, muchos expertos dudan de si obtendrá el respaldo de los militares para derrocar a Maduro.
Pocos venezolanos habían oído hablar antes de Guaidó cuando fue sacado del anonimato y nombrado presidente de la Asamblea Nacional controlada por la oposición a principios de enero. Su nombramiento corresponde a una maniobra de Leopoldo López, líder de la oposición actualmente en prisión. Se justifica ante el vacío legal que quedó en el ejecutivo al juramentar a Nicolás Maduro el pasado 10 de enero, para un segundo término de seis años electo en un proceso que la oposición y el grupo de Lima declaró como nulo.
El movimiento estableció un enfrentamiento de alto nivel con el presidente Nicolas Maduro, quien es visto cada vez más como un dictador tanto en el país como en el extranjero.
Guaidó recibió inmediatamente el apoyo del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, Canadá y numerosos países de América Latina, incluyendo Honduras, junto con la Organización de los Estados Americanos. Si bien el gobierno de Maduro cuenta con un amplio reconocimiento de países aliados como Rusia, Irán y China, el necesitar esa ratificación es en sí una muestra de debilitamiento de su administración.
Ingeniero industrial por profesión, Guaidó se hizo cargo de los movimientos políticos en un movimiento de protesta estudiantil hace una década, cuando enfrentó al gobierno chavista. Fue elegido para la Asamblea Nacional en 2015, y en su primera sesión de este año fue nombrado su líder.
Mientras se encontraba en el Congreso, Guaidó se ganó la reputación de trabajador y constructor de consenso al tiempo que se desempeñaba como jefe de la comisión de control que investiga las denuncias de corrupción gubernamental.
Guaidó dijo a la agencia de noticias The Associated Press en una entrevista reciente que no teme encontrarse con el mismo destino que sus aliados políticos. Señaló las cicatrices en su cuello causadas por balas de goma disparadas durante las manifestaciones callejeras de 2017 contra Maduro. «Todavía tengo proyectiles alojados aquí», dijo.
Los críticos dicen que Guaidó carece de una visión política, señalando su discurso de debut como el presidente de la legislatura, que estaba lleno de comentarios retóricos dirigidos a Maduro, el «usurpador», pero sin detalles específicos sobre cómo salir de la crisis.
Sin embargo, otros consideran que su juventud y su relativa inexperiencia le dan vida a la golpeada oposición, lo que hace que las frecuentes diatribas de Maduro, dominadas por reliquias elitistas del pasado pre-revolucionario de Venezuela, sean más difíciles de mantener.
Guaidó de 35 años sale a la luz pública internacional en una atrevida maniobra que busca demostrar un apoyo popular masivo en todo el país y entre todos los sectores de la sociedad, incluyendo antiguos aliados del gobierno enfurecidos por la hiperinflación y la escasez de alimentos, y obteniendo un respaldo internacional poderoso.
Guaidó intentará forzar una división en el gobierno de Maduro y en las fuerzas armadas, que si lo logra podrían obligar a Maduro a retirarse del poder o a negociar la salida del cargo. En teoría, esto permitiría a Guaidó tomar las riendas del gobierno y convocar nuevas elecciones generales.
Hasta ahora ningún funcionario militar de alto rango o líder de unidades militares ha anunciado su apoyo al gobierno interino de Guaidó. De hecho, el alto mando reiteró su lealtad a Maduro, una acción que podría significar nada cuando recordamos otros militares en la Historia de América Latina que previo a sus intervenciones declararon lealtad a los presidentes que luego depondrían.
Hasta ahora, la división que esperaba la oposición no se ha materializado. Si Maduro retiene el apoyo de las fuerzas armadas, es casi seguro que intentará mantenerse en el poder y derrotar violentamente a quienes lo desafían.
«La pregunta es si la oposición o sus partidarios extranjeros tienen un plan de respaldo,» pregunta Phil Gunson, analista del Think Tank Crisis Group. «Si no es así, – y no hay ninguna señal evidente de que lo tengan-, y si su plan actual no tiene éxito pronto, su posición podría tornarse muy precaria, ya que serán altamente vulnerables a la represión de Maduro. En ese momento, el balón volverá a la cancha de los partidarios extranjeros de Guaidó. Entonces podrían enfrentar el incómodo dilema de hacer poco y parecer impotentes, o de exponerse al desastre interviniendo militarmente.»
La maniobra y la edad de Guaidó, si bien criticada por el oficialimo y calificada como «absurda», recuerda sinembargo a la acción que hace 27 años realizara otro joven líder que con el tiempo dejaría un importante legado en el país, el entonces teniente coronel Hugo Chávez Frías que tenía en intento de golpe de Estado de 1992, la misma edad que hoy tiene Guaydó.
El presidente Trump ha dicho que responsabilizará a Maduro «directamente por cualquier amenaza que pueda presentar para la seguridad del pueblo venezolano». Poco después de que Washington reconociera a Guaidó como presidente, Maduro rompió relaciones diplomáticas con Estados Unidos y ordenó a sus diplomáticos que se retiraran en un lapso de 72 horas. El gobierno de Estados Unidos ha ordenado ya la salida de su personal no indispensable de la Embajada.
«Este enfrentamiento plantea la posibilidad de varios escenarios peligrosos.» Contínúa Phil Gunson en su análisis. «Si bien el año pasado el presidente Trump ya había insinuado que una intervención militar extranjera podría sacar a Maduro, no hay señales de que tal intervención sea inminente. Eso podría cambiar dependiendo de la forma cómo se negocie con los diplomáticos de los Estados Unidos o si el gobierno en ejercicio decide arrestar o perseguir a Guaidó o disolver la Asamblea Nacional.»
Es probable que otros gobiernos del hemisferio que han reconocido a Guaidó sigan el liderazgo de los EE.UU. en la aplicación de más sanciones. Pero la comunidad internacional está lejos de estar unida. Rusia, China, Turquía, Irán y varias naciones latinoamericanas, incluyendo Bolivia, Cuba y Nicaragua, han dado su respaldo a Maduro. Por su parte, la Unión Europea y otros gobiernos latinoamericanos, especialmente México y Uruguay, siguen demandando una solución negociada que conduzca a elecciones libres, aún cuando la UE en particular ha expresado su apoyo a la campaña de la Asamblea para restaurar la democracia en Venezuela.
«Ya sea que Maduro sea derrocado o no, alcanzar un acuerdo político viable entre sus partidarios y los de Guaidó será crucial para lograr una transición pacífica y sostenible. Esto es especialmente importante teniendo en cuenta la presencia de numerosos actores armados estatales y no estatales en suelo venezolano y la urgente necesidad de estabilizar una economía en colapso,» concluye en su análisis Crisis Group.