A estas alturas todos en Honduras hemos visto los videos de las muertes de varios aficionados del Olimpia a manos de un grupo de hinchas del Motagua, ocurridas el pasado sábado afuera del Estadio Nacional, durante el clásico de futbol en Tegucigalpa. Todos buscamos ahora una explicación para una acción que no corresponde a la lógica de los encuentros deportivos, que en una sociedad civilizada debería ser espacio para el disfrute de la familia. Y aunque cada quien parece enmarcarse con una teoría específica de qué pasó y por qué, unos enfocados en “aspectos culturales” de los hondureños, culpando a los comentaristas deportivos o a los vendedores de cervezas y otros en teorías de conspiración señalando al gobierno de haber «fabricado» el incidente para, supuestamente, distraer la atención de las últimas noticias que vienen desde New York. Lo cierto es que parece que nadie quiere saber realmente qué pasó y por qué, lo cual nos hace vulnerables a ver este tipo de incidentes de manera más regular en eventos parecidos.
La violencia en los estadios no es nueva ni es este el peor incidente registrado en la historia reciente del fútbol centroamericano. Por ejemplo, en 1996, 83 personas murieron en Guatemala como consecuencia de un incidente en un partido de fútbol.
El doctor Francisco Enrique García Ucha, Jefe del departamento de Psicología del Deporte del Instituto de Medicina del Deporte de CUBA escribe en su ensayo «Enfoque epidemiológico sobre las causas de la violencia en el fútbol», que la violencia en los estadios de futbol ha sido un fenómeno experimentado a nivel internacional por lo menos desde los años 60.
En su artículo, García Ucha busca explorar las causas de la violencia en los estadios de fútbol:
«El fenómeno de la violencia es mejor comprendido desde que se observa no solo como resultado de la frustración social sino también como una manifestación entre otras, de la «búsqueda de excitación en una sociedad nada excitante”», afirma, señalando además que «el hincha violento necesita de un alto grado de activación el cual provoca mediante cantos, palmadas rítmicas y experiencias nuevas viajando tras su equipo. Lleva adelante todo un conjunto de actividades tendientes a elevar la estimulación sensorial buscando grados más elevados de activación. Estas estrategias de excitación también estimulan la tendencia a la intrepidez asumiendo riesgos que conllevan peligro».
J. H. Kerr. (Understanding soccer hooliganism. Buckingham: Open University Press.1994) plantea en sus estudios «la existencia del hincha superviolento, caso extremo de violencia», este hincha, afirma, busca activar su tono hedonista a través de la violencia hasta que «la actividad violenta en el fútbol se convierte en la única opción posible para manipular su tono hedónico. Es posible que dejen de interesarle otros aspectos de su vida cotidiana, como el trabajo, la familia o amigos. Aun cuando su comportamiento en esas esferas sea de una persona estable, madura y equilibrada».
El hecho de encontrarse (el hincha violento) adentro de una muchedumbre hace que los espectadores pierdan su sentido de responsabilidad. Es muy difícil atribuirle a una persona las consecuencias de los daños cuando se encuentra en un grupo en un momento de desorden generalizado.
Para una comprensión de este fenómeno, P. Zimbardo indica en su artículo The Human choice: Individuation, reason and order versus desindividuation, impulse an chaos. (Nebraska Symposium on Motivation. Lincoln. NA: University of Nebraska Press) que desde el punto de vista de la teoría de la desindividualización «la contemplación del fútbol satisface por lo general las condiciones desindividualizadas siguientes: 1. Un nivel elevado de activación motivacional y emocional y 2. Un gran numero de espectadores». García Ucha enfatiza la tesis de Zimbardola afirmando «que entre los jugadores de fútbol se rigen fundamentalmente por una norma que permite la conducta emocional e impulsiva. La condición de ser un grupo grande propicia la desindividualizacion de la conducta mejor que en las condiciones de un grupo pequeño».
Explica García Ucha, que los actos violentos tienden a estimular la agresividad en los hinchas y los medios de comunicación, que explotan el espectáculo de la violencia en la cancha representan, según E. Dunning en «La violencia de los espectadores en los partidos de fútbol» (Deporte y ocio en el proceso de la civilización. México. F.C.E. 295-322), un «amplificador de la violencia», porque exageran los hechos protagonizados por los «hinchas violentos».
Estos actos violentos para los hinchas a los que nos referimos son hazañas y brindan de esta forma un patrón para la imitación.
Para los miembros de las barras bravas del futbol, como para los grupos que normalizan la violencia (maras y bandas criminales incluidos), los reportes de la prensa son trofeos que coleccionan para alcanzar un mejor estatus entre sus compañeros. Ser perseguidos por la policía los convierte en líderes o modelos a imitar.
«La presión policial sobre los hinchas violentos genera una situación desconcertante ya que lejos de inhibirlos los lleva a reaccionar con violencia», indica Francisco Enrique García Ucha en su artítulo.
J. H. Kerr. agrega que «Cuando las autoridades o la policía toman medidas duras para poner las cosas más difíciles a los hinchas, los propios hinchas perciben la situación más interesante y desafiante. Por tanto las medidas intentadas como disuatorias paradójicamente solo añaden a la experiencia de los «hinchas bravos» mas elevados niveles de activación…»
¿Qué factores debemos tomar en cuenta para entender la violencia en los estadios?
F. C. Bakker en su libro Psicología del Deporte Conceptos y aplicaciones (Ediciones Morata, 1990), analiza los factores relativos a las subculturas violentas y asistencia a las competiciones deportivas que García Ucha rescata en su artículo:
«Existen diversas nociones acerca de las causas de las violencias del fútbol. Inicialmente se pensó que el juego duro en el campo constituía la raíz de la conducta violenta de los espectadores. Mas tarde se prestó atención a la existencia de subculturas violentas entre grupos específicos de jóvenes.
Factores de orden económico, bien desarrollando la libertad económica de los jóvenes o bien colocándolos en una posición critica permite el desarrollo de diferentes subculturas. Esto supone al mismo tiempo, y junto a un debilitamiento del esquema de valores tradicionales, una disminución del control social.
El espectador alcanza a sentir su pertenencia al grupo de solidaridad, y están dispuestos a sentir al desindividualización. Desindividualización es un estado mental caracterizado por miembros de un grupo, sienten su anonimato y una baja autoconciencia.
Cuando el individuo esta en un estado de desindividualización ellos frecuentemente muestran conductas que ellos normalmente no pueden exhibir. La elevada identificación con el equipo deportivo, la fuerza del grupo de solidaridad y los sentimientos de desindividualización resultan en una oposición deshumanizada. Fanáticos y jugadores representan un equipo de oposición que esta dirigido por una baja concepción humana, como resultado, resuelve acometer con violencia a su oponente.
En esta circunstancia, diversos factores dentro de la situación del partido, o sea dentro del campo de juego o fuera de ella contribuyen al desencadenamiento de la violencia.
En lo que concierne a los factores externos al campo del partido. El consumo de alcohol, frustración por los resultados del equipo, y modelos de comportamientos agresivos de otros espectadores que pueden llamar a un incremento de las tendencias violentas del espectador».
Difícil será reducir la violencia en los partidos políticos viviendo en una sociedad tan violenta como la hondureña, más reconociendo que el fenómeno al que nos referimos es global. Pero queremos terminar este artículo señalando algunas acciones que se pueden tomar para mejorar la situación, partiendo de la experiencia de otros países que enfrentan la misma problemática.
Los distintos autores consultados para este artículo coinciden en proponer algunos lineamientos para reducir la violencia en los Estadios:
- Limitar la venta de alcohol, especialmente en el contexto del partido. El incremento del alcohol puede estimular la violencia.
- La capacidad de los estadios no debe ser rebasada.
- Los medios de difusión no deben acentuar la adversidad y animosidad entre los competidores. También, los medios no deben de focalizar innecesariamente en la violencia de cada evento porque la glorificación de la violencia en el deporte tiende a incitarla.
- Las autoridades en los estadios deben de asegurar las condiciones para controlar la violencia en los estadios y deben de retirar a los que inciden en ella.
- Debe monitorarse las conductas de los jugadores y entrenadores, intentando modificar las mismas, ya que son un modelo para los espectadores.
- Por esta mismas razón debe monitorearse el comportamiento de los líderes dentro de la hinchada.
- Es necesario capacitar a los árbitros y oficiales para que no realicen falsas o injusta llamadas. Esto genera en los espectadores un estado de frustración que desencadena la violencia.
- Promover la idea que el esfuerzo del equipo es mas importante que los rendimientos del juego. De esta forma los espectadores se van a sentir menos frustrados cuando el equipo no gane.
- Tomar medidas para que no se incremente el nivel de activación durante el partido por medio de los ruidos, voladores la agitación de los fanáticos, etc. El incremento del nivel de activación facilita que pasen a la violencia.
- Separar los lugares donde se sienta la hinchada de un equipo u otro dentro del estadio.
- Y, para finalizar, limitar el uso de gas lacrimógeno por parte de la policía y mejorar el entrenamiento para controlar multitudes.