Sesenta millones de italianos están desde hoy confinados. La medida más drástica que el Gobierno de Giuseppe Conte podía tomar para combatir el coronavirus fue aprobada ayer por la noche. Queda desde ahora prohibido cualquier tipo de desplazamiento de la zona del propio domicilio salvo por motivos imperativos de trabajo, necesidad demostrable o urgencias sanitarias.
“La medida que firmaremos se puede resumir en la expresión: ‘me quedo en casa. Ya no hay zonas rojas, ni una zona 1 y una zona 2 de la península. Habrá una sola Italia. Una Italia zona protegida”, aseguró Conte en una comparecencia solemne a las diez de la noche. La decisión es fruto del avance del virus en todo el país. Ayer seguía disparado el número de contagios. El último balance habla de un panorama todavía más preocupante: 9.172 casos diagnosticados de coronavirus, entre ellos 7.985 actualmente enfermos (1.600 más en 24 horas), 724 curados y 463 fallecidos. Son 97 muertos más en 24 horas, todas “personas frágiles y con patologías previas”, según el jefe de la Protección Civil italiana, Angelo Borrelli.
El primer ministro también avanzó que una de las consecuencias del nuevo decreto –con sólo un punto: extender las medidas draconianas impuestas el domingo a la Lombardía y a 14 otras provincias italianas– es que el cierre de escuelas se extiende al 3 de abril. No dijo hasta cuando todos los italianos estarían confinados, pero presumiblemente será por lo menos hasta esa fecha. Casi un mes.
“Quedan absolutamente prohibidas las aglomeraciones de cualquier tipo”, dijo Conte, riñendo a los jóvenes que estos días aprovechan para tomar algo en las afueras de los bares. Se ha terminado la vida normal. Todos deben quedarse en casa. “Esta vida nocturna… no nos lo podemos permitir”. El premier agregó que es consciente de la gravedad de la decisión. Los transportes públicos de momento seguirán funcionando, porque el Ejecutivo quiere mantener como sea el tejido productivo.
Quienes quieran desplazarse tendrán que hacerlo rellenando el mismo módulo que empezó a distribuir ayer, en un principio sólo para la Lombardía y las 14 primeras provincias, que ahora valdrá para toda la península. Los ciudadanos deben declarar conocer las medidas del último decreto para contener el contagio e indicar uno de los cuatro motivos por el que incumplen el aislamiento: exigencias laborables comprobables, situaciones de necesidad, motivos de salud o bien regreso al propio domicilio. De engañar a las autoridades se arriesgan a mínimo tres meses de cárcel.
Conte no aclaró qué sucederá con las fronteras y aeropuertos, pero es presumible que ocurra lo mismo que con el decreto del sábado, que los viajeros deban acreditar que viajan por estas situaciones excepcionales. Sin embargo, Alitalia y Ryanair ya han suspendido vuelos en el norte del país. Es presumible que ahora otras compañías lo hagan en el resto de la península. El primer decreto del domingo obligaba a los pasajeros a acreditar su viaje con los módulos de la “autodeclaración”.
El Ejecutivo ha optado por cerrar todas las estaciones de esquí porque una de ellas se publicitó para atraer a los estudiantes que no tienen clase por la emergencia sanitaria. También quedan suspendidos todos los eventos deportivos, incluyendo la liga de fútbol. “No hay razón para que prosigan”, declaró el premier.
El anuncio sorpresa del Gobierno fue la guinda a otra jornada caótica que estuvo marcada por varias revueltas simultaneas en una treintena de prisiones. Una gran columna de humo negro salía ayer de la cárcel de San Vittore, en Milán. Varios presos se subieron al techo del centro penitenciario en un motín que duró horas. Colgaron una sábana blanca donde se leía una palabra: “Indulto”. En la cárcel de Módena, una revuelta terminó con seis reclusos muertos y un asalto a la enfermería. Las restricciones en el régimen de visitas, como parte de las nuevas normas italianas para frenar el contagio del coronavirus, fueron el desencadenante de los motines. En un principio los presos pedían mantener las visitas de los familiares, prohibidas, pero luego empezaron a reclamar más peticiones como centros menos sobrecargados o la posibilidad de quedarse en aislamiento domiciliario por el virus. El caos por la emergencia sanitaria está poniendo al límite el sistema penitenciario italiano.
En Regina Coeli, un centro romano, tiraban cartones, diarios y un colchón al que prendieron fuego. En Pavía la revuelta fue sofocada en la noche del domingo, pero los presos hasta tomaron a dos policías rehenes y liberaron a varios detenidos. La fuga más impresionante, sin embargo, fue la de Foggia: un vídeo mostraba como decenas de reclusos salían ayer corriendo en pleno día. Según los medios italianos más de cincuenta se escaparon, 36 de ellos parados por las fuerzas del orden.
El sindicato de la policía penitenciaria hablaba de números mucho mayores, más de 370 fugados y 70 atrapados. Gracias a la mediación de un dirigente policial poco a poco los detenidos fueron entrando en sus celdas. Los bomberos tuvieron que apagar un incendio en su exterior. Los carabinieri recomendaron a los negociantes de la ciudad que cerraran sus tiendas y lograron detener cerca de Bari a cuatro que habían robado un coche, reconociéndolos por el número de matrícula. Al otro lado de la verja, los familiares seguían reclamando indultos. La de Foggia no es una cárcel menor: en este ciudad se encuentra la cuarta mafia del país, y una de las más sanguinarias.
La primera revuelta fue en la tarde del domingo en Módena, donde se han registrado los seis fallecidos. La magistratura está investigando las causas de las muertes, aunque en un principio se descartaba que tuvieran que ver con la violencia de los motines, y se apuntaba más bien al abuso de estupefacientes entre la confusión de las protestas. El sindicato de la policia penitenciaria informó que al menos tres de los fallecidos murieron tras saquear la enfermería de la cárcel.
El doctor Christian Salaroli, anestesista en Bérgamo (Lombardía), hizo ayer al Il Corriere della Sera declaraciones en términos de darwinismo social. La situación de urgencia es tal, dijo, que los médicos se ven obligados a elegir a quién se trata “en función de la edad y el estado de salud, como en una guerra”. Los pacientes con neumonía viral son asistidos con oxígeno, pero “como hay, desgraciadamente, una desproporción entre los recursos hospitalarios y los enfermos en estado crítico, no todo el mundo puede ser entubado. Se decide en función de la edad y el estado de salud; si una persona entre 80 y 95 tiene una insuficiencia respiratoria grave, es probable que no sobreviva”.