«La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca hagas preguntas por quién doblan las campanas: doblan por ti». Este fragmento del libro Por quién doblan las campanas del laureado escritor estadounidense Ernest Hemingway rememora la pasión y entrega de Robert Jordan, un experto en explosivos que cumplió con el deber de volar un puente para frenar el avance del fascismo franquista de la España republicana, a costa de su propia vida.
Dejó atrás el amor apasionado de María, sus ideales de vencer el bando sublevado que jefeaba el mismísimo Franco mientras se batía con una pierna rota a sus enemigos a muerte… En la Honduras del covid-19, hay muchos Robert Jordan que dejaron su pellejo para salvar a cuanta persona secuestrada por el patógeno y que hoy forman parte de la fría estadística del Sinager.
Estos médicos yacen a varios metros bajo tierra, embalados con bolsas plásticas y un ataúd que lo va carcomiendo la polilla. Más de alguno quedó con la cánula pegada a la nariz con un rudo esparadrapo, sus arterias hinchadas ante potentes fármacos y su tráquea destrozada tras soportar el frío laringoscopio y el maleable estilete mientras los intubaban para salvarles la vida.
Esos héroes no celebraron navidad, mucho menos tendrán año nuevo ni volverán a ver a sus familias. Atrás quedan miles de horas de estudio, desvelo y muchos recuerdos clavados en la memoria de quienes lo quisieron. A ellos, El Pulso les rinde un sentido homenaje, un eterno aplauso y reconocimiento por ponerse en la primera línea de combate a la pandemia; pocos tienen el valor de irse a una guerra con pocas armas, pero con mucho coraje para hacer cumplir a cabalidad el juramento hipocrático.
En la práctica, encarnaron perfectamente a Robert Jordan. Renunciaron a todo, incluso a su existencia para ver sonreír a aquellos que por mero descuido, negligencia e irresponsabilidad o por un desgraciado accidente se contagiaron del coronavirus.
Hoy, más que nunca, estos médicos -enfermeras, microbiólogos y personal auxiliar- hacen falta en los hospitales, centros de salud, triajes y unidades de cuidados intensivos, pero hacen más falta en el seno del hogar. Son los irremplazables, los imprescindibles.
Sin querer dejaron luto en sus seres amados, amistades y aquellos que los adoraron a pesar de sus defectos y errores. No deja de tener razón Diego Torres en su tema cumbre Tratar de estar mejor cuando dice que «…deja todo y no lo pienses más / No se puede olvidar lo vivido / Y tus seres queridos te extrañan cuando ya no estás / No quieren llorarte».
Por ellos y por los que se fueron, un hondo y sentido homenaje.
¿QUIÉNES ERAN? La primera víctima del covid-19 en el gremio médico de Honduras fue Denise Murillo Martínez quien falleció el 31 de marzo en el hospital sampedrano Leonardo Martínez Valenzuela.
El segundo médico fue Jesús Américo Reyes Ticas, quien era un reconocido psiquiatra y falleció el 21 de abril, a los 75 años, tras estar varios días interno en un hospital de Miami, EE.UU.
Le siguió la doctora Glenda Yamileth Mejía Petit, de 56 años, era parte de la Región Metropolitana de Salud en San Pedro Sula y falleció el 4 de junio.
Para el 18 de junio, el jefe de emergencia del Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS) en Tegucigalpa confirmaba la muerte de Carlos Dubón, quien laboró por varios años en la sala de operaciones de ese centro asistencial como técnico de anestesia.
Luego el 19 de junio el doctor Alexis Javier Reyes Amaya era el siguiente deceso por el mortal coronavirus. Reyes estuvo varias semanas interno en el IHSS de Tegucigalpa resistiendo al virus pero no lo logró, días antes de ser internado publicó en sus redes sociales que “el virus lo obtuve trabajando honestamente, atendiendo a mi pueblo”.
Ese mismo día se confirmó el deceso del doctor Nasry Handal, de 50 años, en una clínica de San Pedro Sula. Handal laboró por más de 20 años como médico pediatra y cirujano.
Un día después, el 20 de junio, se conoció la muerte del doctor Mario Benítez, radiólogo que trabajó por varios años en el hospital Mario Catarino Rivas y por más de un mes batalló contra el virus.
El 21 de junio, en Tegucigalpa, falleció Óscar José Tavarone Landa y horas después se supo que Leónidas Romero, especialista en neurología, había muerto a causa del Covid19.
El décimo médico fallecido se registraba en San Pedro Sula, el 27 de junio, se trataba de Héctor Ramón Paz Rivera.
Otra muerte que conmocionó al gremio fue la partida de Carlene Hurst, quien murió mientras era atendida en el IHSS, el pasado 28 de junio. Era una doctora reconocida y querida de la zona sur del país; batalló por dos semanas contra el virus, pero su cuerpo no resistió.
Tras varios días sin confirmar muertes de galenos, el 29 de junio se confirmaba la muerte de Fidelina Odette Andonie, de 56 años. Expiró en el IHSS de San Pedro Sula y se conoció que minutos antes de ser intubada realizó una videollamada a su familia para despedirse.
Finalizando ese mes, se confirmó el deceso Mario Pavón Moncada contabilizando así 11 galenos fallecidos por el SARS-CoV-2.
Lo que generó indignación fue la muerte de Iris Gallegos, el pasado 2 de julio, pues no pudo ser atendida en ningún centro asistencial debido al colapso en que se encontraban los hospitales por el desbordamiento de casos.
El 4 de julio, Luis Reyes Jerezano también se sumó a las víctimas. Perdió la vida en el IHSS de San Pedro Sula donde laboraba en el área de evaluación de incapacidades.
Ni cumplidas las 24 horas se confirmó que Héctor Baltazar Hernández, quien tenía su clínica en Intibucá y atendía a miembros de la Policía Nacional, donde posiblemente se contagió, fallecía en el IHSS en San Pedro Sula.
El 7 de julio se reportó por parte del Colegio Médico de Honduras (CMH) el deceso de Marvin Antonio Yánez; residía en el sureño departamento de Valle.
Al día siguiente, 8 de julio, expiró el médico y exbeisbolista, Gustavo Francisco Carías Sarmiento, quien formó parte de la selección nacional de 1968.
Ese mismo día también moría Yamilette Jackeline Morales Duarte y en México se documentaba el deceso de Javier Rolando Machado.
El 10 de julio, en San Pedro Sula, se confirmó que Marlon Javier Avilez había muerto por el patógeno.
Al día siguiente, 11 de julio, en Choluteca pereció el galeno Carlos Yamil Maradiaga Muñoz y El 12 de julio, en Comayagua perdía la vida Saúl Antonio Mayorquín Enríquez.
Para el 14 de julio, el héroe que se sumaba a la lista de fallecidos era Óscar Arturo Nery Rivera, en Tegucigalpa, mientras que en la ciudad industrial se confirmaba la muerte del galeno Carlos Parada.
El 15 de julio se confirmó la muerte en el IHSS de San Pedro Sula del galeno José Adalberto Mejía y en Tegucigalpa, en el Hospital Escuela, la del galeno Felipe Ordóñez, quien había sido trasladado desde San Lorenzo.
El 20 de julio falleció el urólogo Rubén Darío Casanova y laboraba en el Hospital Escuela; minutos después otro galeno era víctima del mortal coronavirus, se trataba de Arnaldo Rodas.
Siete días después, el 27 de julio el gremio médico volvía a vestirse del luto con la muerte del doctor José de Jesús Martínez.
Para finales del mes, el 30 de julio, dos reconocidos médicos perdían la batalla contra el covid-19 se trataba del doctor Thomas Alberto Cáceres quien laboraba en el hospital Mario Catarino Rivas y la doctora Patricia Padgett, de 42 años, quien estaba hospitalizada en el Hospital del Tórax.
El 31 de julio, el reconocido ginecólogo Mauricio Erazo que laboraba en el Hospital Gabriela Alvarado en Danlí, también se sumaba a la lista de fallecidos por coronavirus.
Iniciaba agosto y las esperanzas que el personal sanitario no siguiera padeciendo la embestida del nuevo coronavirus se encontraban todavía lejos puesto que, el 5 de ese mes, el jefe de las Clínicas Periféricas de Emergencia (Cliper) Pablo Enrique Ulloa Cáceres, oriundo de Santa Cruz de Yojoa, perdía la batalla contra la enfermedad; horas después se confirma el fallecimiento en la zona norte del país del médico Obdulio García.
Tres días después, el 8 de agosto, en el Hospital del Tórax perdía la vida el galeno Alfredo Oseguera, quien atendía en su clínica en el municipio de Sabanagrande a unos 40 kilómetros al sur de la capital.
La mañana del 12 de agosto, en el IHSS de Tegucigalpa, se conocía la muerte del doctor y docente de secundaria, Juan Ismael Cálix a quien lo describían como un ser amigable y sonriente.
El martes 18 agosto, en el Hospital María de Tegucigalpa, moría Manuel Antonio Ordoñez conocido como don Manolo. Laboró por muchos años en el Hospital Gabriela Alvarado de Danlí y fue el fundador de Radio Guaymuras y Estéreo Capri.
Un día después, el 19 de agosto, tras varias semanas de lidiar contra la enfermedad en el IHSS de Tegucigalpa se conocía el deceso del médico Luis Alonso Guardado. Residía en Tela y laboraba para el hospital de área y en un centro asistencial cercano a su domicilio.
Para el 22 de agosto, se sumaba el galeno número 40 fallecido por Covid19, se trataba del doctor Héctor Raúl Gómez quien era reconocido médico de Islas de la Bahía y estuvo por más de 20 días en la unidad de cuidados intensivos del IHSS en Tegucigalpa.
Al día siguiente, 23 de agosto, la doctora Ada Esther Velásquez perdía la vida en el Hospital Leonardo Martínez, era originaria de Puerto Cortés y prestaba sus servicios en su propio consultorio.
Sin dar tregua alguna, el 24 de agosto, el virus le arrebataba la vida al joven médico Ronald Ricardo Mejía, del municipio de Tocoa.
Iniciando el mes de las fiestas patrias, el 1 de septiembre, murió en la sala de coronavirus del hospital Mario Catarino Rivas, el galeno José Torres quien se habría contagiado con el virus atendiendo pacientes en un centro de salud ubicado en el sector de Río Lindo, municipio de San Francisco de Yojoa.
Luego de trascurrido 19 días, Job Gerardo Villanueva, de apenas 33 años, falleció en la unidad de cuidados intensivos del IHSS de San Pedro Sula. Villanueva se contagió del virus atendiendo pacientes en el Hospital de Tela.
Cuatro días después, el médico Jorge Vega, de Quimistán, en Santa Bárbara, se convertía en la víctima 45 de los héroes de bata blanca.
Dos días después, el 26 de septiembre, el reconocido doctor Manuel Sarmiento, quien tenía su clínica privada y además atendía empleados de la ENEE, expiró.
A los 12 días del mes de octubre el gremio médico volvía a enlutarse al confirmarse la muerte del joven galeno Héctor Eduardo Dubón quien permaneció hospitalizado varios días en el hospital Mario Catarino Rivas.
A la semana siguiente, el 19 de octubre, el doctor Donaldo Villalobos Martínez perdía la vida por el letal virus. Villalobos trabajaba en una clínica privada del occidente del país.
Dos días después, el reconocido médico intensivista Luis Antonio Enamorado y uno de los creadores del tratamiento Catracho perdía la batalla frente a la enfermedad.
El 27 de octubre, la siguiente víctima era el galeno Adalid Humberto Ávila Argueta que en los últimos años había prestado sus servicios médicos en la comunidad de El Socorro en Siguatepeque y hace varios años fue director de salud del municipio de Trinidad.
Para el 11 de noviembre, en un solo día dos médicos murieron por covid-19, se trataba del doctor Rolando Lenin Sabillón y del anestesiólogo del IHSS de Tegucigalpa y del hospital María el doctor Carlos Salinas siendo así las víctimas 51 y 52 de los médicos.
Iniciando el último mes de 2020, se confirmaba, el 4 de diciembre, la muerte del doctor Glenn Adonay Reid quien laboraba en el Hospital Adventista de Valle de Ángeles.
El 19 de diciembre la doctora Suyapa Guerra quien, tras 23 días de luchar, también perdía la batalla ante el virus. Era originaria del municipio de La Lima. Guerra se habría contagiado del virus tras la devastación de Eta e Iota que también destruyeron su hogar.
Finalmente, la última víctima mortal de los galenos que arrebató el coronavirus se confirmó el 29 diciembre, se trata del reconocido pediatra Orlando Soler siendo así la muerte 55 de médicos.
Sin las armas necesarias para enfrentar la guerra sanitaria los médicos han arriesgado su vida
El lunes 6 de julio, el Consejo Nacional Anticorrupción (CNA) presentaba a la palestra pública su séptimo informe nombrado Corrupción en tiempos de Covid-19 La trampa mortal de la bioseguridad estatal donde reveló que el Estado adquirió y proporcionó insumos y equipos médicos no certificados para protección frente al coronavirus al personal sanitario.
Según el informe, Copeco compró 335 mil 000 mascarillas KN95 e Investh, en uno de los lotes, compró 469 mil; estas fueron distribuidas a personal en los centros de salud, hospitales, clíper, centros de triaje, entre otras, y estas no están certificadas para proteger del contagio de Covid19, también constató que las autoridades administrativas de la Secretaría de Salud sacaron los insumos de su empaque secundario con el probable objetivo de evitar que se tuviera conocimiento que estas no son recomendadas para uso médico.
“Se logró identificar como Copeco e Investh han adquirido cientos de miles de mascarillas KN95, cuyos fabricantes no las recomiendan para el uso médico; sin embargo, las autoridades de estas instituciones y de la Sesal las han distribuido en hospitales a nivel nacional, regiones departamentales y metropolitanas de salud, entre otros organismos involucrados en el combate de la pandemia causada por el COVID-19”, expone el documento.
Cabe señalar que, a inicios de la pandemia y en la actualidad, el personal de salud ha tenido que obtener sus propios equipos de protección personal debido a la falta de respuesta por parte de las autoridades de gobierno quienes se lavan las manos justificando que “ningún país estaba preparado para esto”.
“Si hubiera existido dinero invertido de manera correcta no tuviéramos esperando hospitales móviles, pidiendo equipo de bioseguridad, suplicando quién nos puede donar equipo de bioseguridad… No se nos hubieran muerto los colegas que se han muerto ni la cantidad de personas que han muerto hubieran muerto si se hubiera utilizado los recursos de manera correcta. Decir que han invertido el dinero en los médicos, enfermeras y todo el personal de salud es la mentira más vil”, declaró la presidenta de los médicos, la doctora Suyapa Figueroa.
Para la fiscal del Colegio Médico de Honduras (CMH), la doctora Ligia Ramos, muchos médicos fallecieron por la negligencia del gobierno siendo el gremio a nivel nacional con más agremiados fallecidos por la enfermedad.
“En el trascurso de toda la pandemia el personal no ha contado con suficiente equipo de bioseguridad y no solo suficiente en cantidad sino que en calidad también. Nos dieron mascarillas que no eran para uso médico y eso expuso más al personal de salud al contagio”.
“Estamos cansados, enojados, impotentes por estar viendo colegas morir. No podemos pedirle nada al gobierno pero sí a la población que tengan conciencia… No es justo que las personas que más están atendiendo a la población estén muriendo. No nos están dando suficiente material de bioseguridad, nuestros colegas están muriendo; ya es demasiado, una situación muy difícil”, concluyó.
El personal sanitario ha tenido que recurrir a usar bolsas de basura, plásticos, botellas desechables, entre otros, para protegerse del contagio, sin embargo, muchos héroes de bata blanca no han podido sobrevivir una vez que son portadores de la enfermedad.
“Los médicos seguimos poniendo los muertos, seguimos poniendo los enfermos, las condiciones de un aumento de casos están dadas, las concentraciones políticas están llevándonos a un desastre y el personal de primera línea continúa enfermándose. El gremio médico se encuentra realmente consternado, estamos muy tristes”, expresó el reconocido presidente de los médicos del IHSS de San Pedro Sula.