Hubo un tiempo en que la consciencia de una época adquiría el nombre de un hombre o mujer en esta Honduras nuestra. Así podríamos mencionar entre varios a Lempira, Morazán, Valle, Herrera, Visitación Padilla, Berta Cáceres… Y sin duda alguna que existen en nuestro tiempo hombres y mujeres que representan esa consciencia, ese lucha, dignidad y resistencia.
El éxodo masivo de hondureños hacia un país donde no emana leche ni miel, se ha vuelto rutinaria en los últimos años. La indignación de la población dura de uno a tres días y luego todo vuelve a la normalidad de la nada. Normalidad similar a la paz de los cementerios.
Nuestra desgracia como país -ampliamente discutido en algunos círculos- ya se sabe que se debe a los intereses egoístas de malos hondureños y de potencias extranjeras, como EE.UU., quienes utilizando la misma ignorancia a través de la falta de educación, el empleo, la salud; el adoctrinamiento a través de la religión y de los mismos partidos políticos; el desvío de lo realmente importante utilizando los medios de comunicación para someternos.
Habrán más elementos o menos que han utilizado para someter a una población. Pero me temo que pocas veces habrían logrado quebrar el espíritu de una población. Pocas veces se ha visto a una población rogándole a su verdugo ayuda.
Trump se ha ido y Biden llega y muchos hondureños han creído que nuestros males acabarán. Nótese en primer lugar la aceptación implícita de ser colonia de EE.UU. Antes, al menos, nos negamos a esa realidad.
En segundo lugar pedimos auxilio a un país que es responsable de nuestras desgracias.
En tercer lugar al esperar auxilio del verdugo estamos ya diciendo que no tenemos fuerzas para luchar, que no confiamos en nuestras propias fuerzas. Si bien es cierto el pueblo hondureño ha luchado por su liberación, lo cierto es que no ha dado el todo y el todo implica correr todos los riesgos.
También es cierto que en ningún momento el pueblo se ha enfrentado a varios ejércitos como lo denunció en su momento un valiente medio de comunicación alternativo (hondureño, gringo, colombiano e israelí).
¿Acaso hemos llegado a la aniquilación total de aspirar a vivir en una república, en una nación propiamente dicha o por el contrario estamos en las vísperas de un nuevo amanecer como lo dice Gramsci?
Lo peor de todo es que ya dejó de luchar por su vida nos cuenta un amigo acerca de alguien víctima del covid-19. Así parece ser el espíritu nacional al normalizar el éxodo de hondureños, al normalizar la corrupción, al normalizar ser gobernado por un hondureño que no representa los valores que han caracterizado está Honduras.
Hay que quitarle la bandera a quienes la han enlodada, ensangrentado, violentado. Es necesario recuperar la bandera que nos dignifique, que nos represente, que nos alumbre.
2021 es el bicentenario de nuestra Honduras que bien podría llamarse el año de la dignidad nacional.