(Por: Óscar Esquivel) José de la Paz Herrera pasó a otra dimensión de la vida. El misterio de la muerte, esa loca de atar. Esa que no es cuando uno es y que es cuando uno ya no es, como diría Antonio Machado.
Aunque José Martí nos dejó dicho que la muerte no existe cuando se ha cumplido con la obra de la vida.
Chelato venía padeciendo desde hace varios años quebrantos en su salud sin embargo no dejó de luchar en ningún momento por su restablecimiento. Le seguíamos la pista a través de los medios de comunicación. Valoramos y respetamos ese combate permanente en sus últimos días, así como lo demostró a lo largo de su vida.
Una tarde de domingo en un kiosko de Valle de Ángeles se encontraba Chelato ofreciendo sus productos alusivos a aquella gesta monumental en donde un país pequeño, de su mano, clasificaba por primera vez aún mundial del fútbol. Le compré una camiseta, le solicité su firma y una foto. Una firma y una foto con un hombre inteligente y humilde. Es muy raro encontrar ese equilibrio y no ser víctima del ego.
A Uclés la mayoría del pueblo hondureño lo conoció y respetó y lo seguirá recordando por muchos años. Sin embargo la faceta de un pensador, un intelectual, un consecuente con sus ideales es poco conocida. Características que eran aplicadas en su diario vivir, en el fútbol por supuesto. Incitaba a sus jugadores a buscar el triunfo pero además les exigía jugar bonito para agradar a la afición que pagaba por un espectáculo. A sus pupilos los motivaba a estudiar, a leer. Fue un descubridor de talento. Le apostó a la juventud.
El nativo de Soledad, en El Paraíso, no sólo fue un apasionado del fútbol, sino de la filosofía, de la lectura, de la música, de la historia. Incursionó en la política llegando a ser diputado en el Congreso Nacional con sólo haber pegado un par de afiches. Afiches más la popularidad que había construido a lo largo de su vida.
Honduras y el mundo necesita hombres y mujeres como Chelato. Apasionados por la vida, comprometidos con la causa humana.
En el país raras veces se destacan hombres y mujeres que deben servir de guía hacia niveles superiores de los que hoy nos encontramos. Chelato con su honestidad intelectual fue uno de ellos.