TEGUCIGALPA, Honduras
En los últimos días hemos visto la poca tolerancia de los servidores públicos desde los primeros cargos seguido por aquellos que para asegurar sus empleos repiten una narrativa que no corresponde al servidor público, puesto que perciben un ingreso, comodidades pagadas por la población hondureña que tienen todo el derecho a exigir, manifestar desde cualquier espacio las inconformidades que creen convenientes.
Los que ahora ocupan cargos en el gobierno – bueno, no todos, muchos estaban muy cómodos-. Saben lo que es la represión, gas, toleteada y hasta muerte por parte de organismos represivos del Estado, por lo que es inconcebible no ser tolerantes a la crítica, sabiéndose que hoy son gobierno. El ex presidente Zelaya ha dicho en varias ocasiones que los que se meten a política deben de estar dispuestos a que les mienten la madre, sino que se queden en sus casas cuidando a la mujer o los hijos (palabras menos palabras más).
La crítica desde cualquier espacio, siendo gobierno debe ser permitida, tomar lo bueno y desechar lo malo. Oponerse a toda crítica los hace intolerantes y cierra los espacios para la construcción, aislándose de quien los eligió y victimizando al opositor que puede estar equivocado y que buscará refugio en aquel gran partido que son los que no militan en ningún partido político.
En la radicalización de posiciones sólo habrá un perdedor y es el pueblo hondureño, porque su resultado será la violencia.
El gobierno tiene los recursos para controlar las manifestaciones, tiene a policías y militares bajo su mando, tiene las secretarías para brindar acompañamiento a los que dicen que sus derechos humanos están siendo vulnerados.
En la confrontación, en la intolerancia sólo se encontrará aislamiento y una bola de nieve que luego no se podrá detener.
El gobierno está siendo muchas acciones positivas que por su misma incapacidad para comunicar se ven disminuidas ante la población y aprovechadas por la oposición que es necesaria en cualquier democracia.
Hay grandes proyectos que se están gestionando, como las represas y hospitales, pero para su ejecución se precisa un segundo mandato y este solo será posible en espacios democráticos, haciendo un buen gobierno. Aún hay tiempo para un cambio de timón, corregir entuertos y continuar lo bueno.
