El pueblo Ixil: narrativa de un conflicto escalonado a genocidio

Redacción El Pulso26 enero, 2024

(Autor: Jorge Sagastume)

No hubo razón para nada.
La muerte siempre llegará asquerosa,
de remiendos vestida, con arambeles.
Y jamás tocará la puerta,
tocará tu alma
y te llevará como un perfecto andrajo
Efraín Rios Montt
que ausente estuviste siempre
de todo lo que tiene olor a dignidad.

Jorge Sagastume

Capítulo Único
Los Ixil.

Dos mil años antes del primer hervor de la biblia, la tribu Ixil ya había domesticado la Sierra de Cuchumatanes y la montaña baja de Cháma. Desde sus orígenes hasta nuestros días, su población ha vivido en armonía con las hojas de la primavera, el canto gutural de la noche y la dulce e inconfundible voz de los ríos Xacbal y el Usumacinta.

Se establecieron para hacer producir las vetas sagradas de la tierra, hacer brotar el otoño y dar crianza a la luna. Siempre fue un pueblo sencillo y organizado. Buscando nuevas formas de convivencia con la naturaleza, la madre tierra, la demografía de las estrellas y algunas veces por epidemias y, recientemente, por la explotación minera a cielo abierto, han sufrido el desplazamiento forzado interno, fenómeno del cual ya se volvió costumbre. De forma natural, se han dividido en tres grupos: Santa María Nebaj, San Gaspar Chajul y San Juan Cotzal.

La distribución geográfica de los tres pueblos hace que parezca un triángulo, por eso se les conoce como “el triángulo ixil”. A la llegada de los españoles, al igual que diversos pueblos originarios del continente americano, fueron saqueadas sus tierras, invadida su cultura, secuestrada sus costumbres, pisoteado su patrimonio.

Y como no bastara, durante treinta años fueron evangelizados, sometidos a dar tributo y esclavizados por la encomienda. Algo singular que caracteriza a los ixil, es su capacidad de resistencia que es ancestral. Descienden directamente de los Mayas. Desde sus orígenes han desarrollado mucha fascinación por el cosmos. Los colores de su maíz: amarillo, negro, rojo y blanco, los asocian con los cuatro puntos cardinales del universo, es parte de lo sagrado que veneran y respetan.

Mantienen una profunda comunión con la tierra y la naturaleza, de manera frecuente a través de ceremonias sagradas dirigidas por un sacerdote de la tribu, agradecen a la tierra por la cosecha y la prosperidad de las mismas. La muerte es parte de su cosmovisión: morirse es algo digno para un ixil, es un medio para ponerse en contacto con sus antepasados.

La dignidad del adobe y la suculenta alegría de las tejas, son los dos materiales que acompañan sus viviendas. En la mayoría de los casos, viven en extrema pobreza, que fue tejida desde la configuración del Estado Nacional guatemalteco. Pero la pobreza nunca les ha arrebatado la dignidad, tampoco la resiliencia, al ser un pueblo mártir, heroico y tenaz, con mucha vocación a la resistencia.

Como muchas personas que perdieron seres queridos a manos del genocida militar Efraín Ríos Montt, todas las noches cosen sueños de esperanza para encontrarlos, no importa si ya están muertos, su ideal es encontrarlos y darles una digna sepultura. En las noches de invierno, la lluvia llega a visitarles: rocía de esperanza sus sembradíos, tonifica sus sueños y alimenta sus pistilos de bienestar que crece en la parcela de cada familia. Más adelante, el otoño riega el polen de la sonrisa ixil y la cola del viento mece la alegría de cada rostro. Sobre los cielos que lucen despejados, se escucha con nitidez los latidos de la luna y durante el día se ve con nitidez la bulliciosa hojarasca de las nubes.

De sus lazos familiares brota la solidaridad, la comprensión y una gregaria ternura hacia todo lo divino que sale de la madre tierra. Son personas de fácil trato, consecuentes con la palabra y los hechos, viven de sueños y de mantener viva la esperanza que un día les abrazará un cielo más inclusivo. Mantienen vivas sus costumbres culturales, su misticismo religioso, la profunda contemplación del alma y su permanente devoción por todo lo divino, es inseparable a su práctica de vida cotidiana. Todos los elementos que configuran la cosmovisión y el folklore, son colores vivos que atizan los elementos de su cultura identitaria.

Es un pueblo que resiste desde tiempos memorables toda la violencia del Estado y de una sociedad que es cómplice y finge padecer demencia. Junto con otros poderes fácticos, el Estado terrible y cobardemente, teje la mortaja de la muerte para el pueblo ixil. Mientras tanto, al pasar la honorable dignidad de los años, la curvatura del tiempo, la siniestra fábula de lo que conocemos como “post modernidad, no es más que la punta de lanza para modernizar la pobreza, el vil atropello a sus sueños y enfrentar atroz y permanentemente, la moderna ofensiva del Estado a sus derechos, desde los más sagrados, hasta los más elementales. Vehementemente, son víctimas y sobrevivientes de la mafia que administra la balanza de la porosa justicia guatemalteca. Aniquilarlos siempre ha sido la consigna gubernamental, heredada desde el Reino de Aragón y durante la configuración del Estado Nacional, ladinos, finqueros con poder y gobernaturas, no han descansado ni un instante para despojarlos de sus tierras, aplastarle su cultura, diezmarlos en todas sus formas y, gradualmente, desplazarlos hacia otros confines menos o nada productivos. Con la represión sistemática que el Estado guatemalteco mantiene por décadas y el cobarde abandono al cumplimiento del marco de sus derechos, contemplado en la Convención 169 de Naciones Unidas sobre los pueblos originarios, como el acceso a la educación, la salud, una vivienda digna, etcétera. El endeudamiento y el alcohol, son las armas letales usadas por los grupos de poder para diezmarlos y mantenerlos sumisos.

Los días y las lunas pasan. Ensimismadas en el cielo, las nubes parecen hablar o dibujar destinos, avatares, circunstancias poco singulares. A veces, ciertas alamedas de incertidumbres, pedazos de zozobra se asoman en el horizonte que se hace y deshace en las grandes serranías, pero nada parece inmutarse para la población ixil. Ni el cielo, ni los desgastados otoños y los desparramados inviernos que caen inconmensurablemente, son invariables a la tenacidad por la sobrevivencia apostada en cada rincón de este pueblo. Quizás, si en algún momento, desde las esferas del oscurantismo y la represión, se pensó que todo se había consumado, no pasó de ser un juicio poco razonado e improvisado. El pueblo ixil ha demostrado, con el devenir de los años, de la gregaria semilla que está hecho, de la fuerza absoluta que hay en su cosmovisión y de las sustancias que emergen de la tierra, como rocas de resistencia frente a la malvada acción de los enemigos, que siempre es el Estado.

Nada ni nadie puede quebrantar la perfecta unidad de la sangre ixil. No hay antojos en su rebeldía y en su lucha, solo un horizonte indomable se asoma por sobre la cuña del destino. No viven de utopías, viven de esquivar terribles amenazas, convivir con realidades extremas y enfrentarse a malhumorados demonios de carne y huesos. Su avatar existencial es a base de esperanzas, sueños y resistencias en la defensa de sus derechos y de su territorio. Constantes luchas para empoderar a las mujeres, niños y niñas de derechos, sobre todo, el derecho a la resistencia. Para ello, los curanderos juegan un rol importante no solo en la medicina natural, también como consejeros políticos.

Esta práctica de defender sus derechos y sus territorios les ha traído el mote de “comunistas”, suficiente para que la rancia y conservadora derecha guatemalteca descargara todo el rencor acumulado contra ellos. Usando una plataforma terrorista y una política sanguinaria y genocida avalada y seducida por la ideología de la muerte. De alguna manera marcada por un éxito inabarcable, el colonialismo aragonés a través de la imposición de la religión, desmanteló temporalmente, las gregarias costumbres del pueblo ixil, costumbres heredadas por sus antepasados y hoy día, podemos apreciar un sincretismo religioso, una mixtura moderada de hipérboles, que dan cuenta de sucesos culturales, religiosos y folclóricos de envergadura importante. En parte, castradas para dar cabida a la cultura dominante impuesta por el vasallaje colonialista. Si los ixil descienden de los mayas y si los mayas sus primeras vetas de origen se haya en la región del Soconusco (actual Chiapas de México y Guatemala), 2000 años A de C, es de imaginar que una cultura poderosa cómodamente estaba instalada con potentes elementos identitarios, que cruzaron el estrecho de Bering, muchos antes de la llegada de “Donatiu”.

Tichajil, el concepto del buen vivir en el idioma ixil, es una constelación de saberes que encierra valores ancestrales identitarios que fueron desparramados durante los distintos sucesos de saqueos, represiones, invasiones y asesinatos. Pero la cultura no se ha roto, por el contrario, lejos de difuminarse, se ha tonificado a fuerza de resistencia, una resistencia que es recuperada y fortalecida a través del campus universitario activado en cada comunidad ixil donde la decolonialidad del conocimiento en la esfera del acervo cultural, se cuida y se asegura para seguir construyendo cosmovisiones y nuevas sabidurías. Se emprende para vivir, para ensanchar las bases de una nueva resistencia cultural basada en el conocimiento y en los valores identitarios, en las capacidades y potencialidades de las nuevas generaciones. Mientras tanto, en el lúgubre mausoleo del genocida Ríos Montt, un buitre jubilado lo visita, llega a limpiar el sedimento del odio, la hojarasca de la podredumbre, la miseria de sus vísceras calcinadas por el fuego del olvido. Los gusanos se resisten a comerle los ojos, la memoria y la momificación de sus excrementos. En la cueva cavernosa de su tumba, no se lee el epitafio, porque de olvido se fueron cayendo las palabras, de odio, otras se oxidaron. Existe una sola rosa viuda, harapienta y demacrada, mascullando el osario.

A pesar de la cultura de la muerte descargada impíamente contra la cultura ixil, han vuelto a sonreír, a conversar con la luna llena, han abrazado la lluvia y en las noches frescas sacan a pasear el otoño. Curiosamente, ahora son más universales que antes: la gentileza de su hermandad, de su gregaria sabiduría, de sus convicciones milenarias y siempre tuvieron razones de sobra para defender a su pueblo de las hostilidades del Estado y de las embestidas sanguinarias de Rios Montt. Los infortunios y flagelos jamás los doblegaron, nunca claudicaron; su resistencia es cultural, antes que ideológica. Resistieron y seguirán resistiendo con estoicismo, sangre y dignidad.

La hostilidad de los medios de comunicación no fue suficiente para doblegar la coraza de su corazón, quizás porque está hecho de las mejores partituras de la tierra, de toda la madera frondosa que hay en el bosque, del canto de la lluvia, de la genuina esencia de los lagos y la corteza de los ríos. Llevar y tener una vida frugal, una permanente comunicación con su cosmovisión, preservar la esencia de su conocimiento gregario y las prácticas culturales, han hecho del noble pueblo ixil, guerreros indomables y seres de mucha luz.

La campaña de desprestigio por ser alcohólicos, delincuentes y parásitos enfundada por los medios de comunicación al servicio de los intereses oficiales más oscuros, no alcanzó ni afectó su moral. La soportaron con lo más templado de su estoicismo, con la identidad de ser un pueblo marcado por la unidad, la solidaridad y la entereza y convicción de ser una sola estirpe mayense.

Muchos años después, el pueblo ixil ha vuelto a ocupar portadas de periódicos, revistas y de estudios que dan cuenta de sus proezas, del temple de su carácter, de lo indomable que son. Ya no hay un acápite de ser un pueblo de alcohólicos y ladrones. Esa historia macabra y cobarde se hundió en la pulpa de la memoria perdida y extraviada que nadie querrá volver a recordar. Hoy día se habla y se estudia la antropología de su resistencia y la sabiduría de su fe. La granita solidaridad de las familias y las encíclicas ancestrales religiosas han vuelto a formar parte de sus fiestas y ceremonias. Pero sigue siendo un pueblo pobre, empobreciéndose, pero felices, porque su felicidad no reside en las maquetas materiales, por el contrario, su felicidad reside en la espiritualidad que le da el bosque, la tierra, el agua y todo el firmamento.

Santa Ana, el Salvador.
21.10.23.

Bibliografía.

1. Báez-Jorge, Félix – La vagina dentada en la mitología de Mesoamérica (Itinerario analítico de orientación levi-straussiana)
2. Giovanni Batz Giovanni, La Universidad Ixil y la Descolonización del Conocimiento. Maya América: Journal Essays, Commentary, and analysis.
3. Stoll, David, Entre dos fuegos, en los pueblos exiles en Guatemala. Ediciones Ayala, 1999.
4. Recuperado en: www.impuntywatch.org: Caso de genocidio contra el Pueblo Ixil durante la dictadura militar de Lucas García. 4 28 al 29 de octubre, 4 al 6 y 11 al 14 de noviembre de 2019.

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