En la primera edición de la revista Lastiri (Casasola, enero 2015) publiqué el artículo titulado «La vida loca de Christian Poveda (1955-2009)». Una crítica al documental La vida loca (2008) del cineasta franco-español asesinado en el 2009 en el mismo barrio en donde grabó su película.
Este documental retrata la tragedia de una generación de salvadoreños que tienen un destino marcado por la pobreza. Una serie de personajes que unidos por la pandilla 18, buscan hacer funcionar una panadería mientras enfrentan la represión estatal de la «Mano Dura» del gobierno de Tony Saca y la guerra contra la mara Salvatrucha. Un asesinato tras otro, un encarcelamiento tras otro, el largometraje de Poveda nos muestra que la muerte, más que una excepción en ese mundo, es la norma.
En La Vida Loca, Poveda nos presenta unos personajes muy humanos que lloran el desprendimiento de sus familias, la pérdida de sus amados y humedecen sus rostros tatuados como guerreros tribales. Personajes que buscan sus orígenes en las guerras y las masacres de El Salvador de la segunda mitad del siglo XX, como buscan un futuro en un cantón marginal.
Dice el artículo de Lastiri:
«No hay sorpresas en el documental de Poveda, para los que conocemos la realidad de nuestros países, no la hay. Vemos como la panadería deja de funcionar al sufrir la persecución de los miembros de la improvisada cooperativa: la mujer tuerta que llora de alegría cuando logra obtener una prótesis para su ojo, muere de un disparo en la cabeza más adelante; la joven pareja que feliz se inicia como padres de una niña, es encarcelada por delitos que no nos quedan claros a los espectadores: como posesión de droga y asociación ilícita, que seguramente tampoco les quedarán claro a ellos; y el líder de la panadería, un expandillero de la organización «Hommies Unidos», es condenado a 16 años de prisión por un crimen que dice no cometió».
«Lo que sí sorprende en este documental, es la cercanía que Poveda logra con la pandilla 18, que le permite obtener imágenes de un universo desconocido para todos (aquellos que no somos pandilleros) y nos acerca a la cotidianeidad de la marginalidad pandillera» .
Obras como La vida loca de Poveda son piezas inconclusas, continúan alimentándose de la realidad más allá de su publicación y nos obligan, por eso, a revisarlas constantemente.
En 2011 el periódico digital elfaro.net inició una serie de crónicas titulada Sala Negra. Dichos artículos se recogen en el libro Crónicas negras: desde una región que no cuenta (Editorial Santillana, 2013) y nos presenta una serie de notas periodísticas que retratan de forma desgarradora la complejidad que encierra la violencia en Centroamérica.
El artículo «Barrio Roto» (pág 28) de Carlos Martínez y José Luis Sanz, nos describe los hechos que siguieron a la muerte de un conocido pandillero angelino (El Cranky). El viejo Lin, un veterano pandillero enemigo de Cranky, fue presentado a la prensa en 2002 como «máximo líder» de la pandilla 18, que construyó un imperio de terror cercenando cabezas de enemigos y adversarios internos.
Si bien El viejo Lin niega su responsabilidad en las dantescas escenas de que lo acusan, el artículo remarca la coincidencia entre el ascenso al poder del pandillero, la fractura interna en la 18 y las políticas antipandillas «mano dura» del gobierno de Francisco Flores y «super mano dura» de Tony Saca.
Los personajes que escogió Poveda en su documental son los personajes centrales de la nota de elfaro.net. La vida loca retrata uno de los dos bandos adversarios de la fractura de la que habla «El Barrio roto» de Crónicas Negras: los sureños. Cranky era hasta el momento de su muerte, uno de los líderes del bando disidente autodenominado Revolucionarios. La panadería que presenta la película de Poveda, un proyecto de rehabilitación para expandilleros a cargo de Heriberto Henríquez, Eddy boy de la oenegé «Hommies Unidos», es también territorio de los sureños y por lo tanto de El viejo Lin. Al concluir la película La vida loca vemos a Eddy Boy siendo juzgado por el asesinato de Cranky. Su encarcelamiento es el final del proyecto de rehabilitación.
La nota de Crónicas Negras inicia con Eddy boy. Un grupo de pandilleros entran al Cesar´s Club Bar International, entre ellos Chino Tres Colas, lugarteniente de El viejo Lin y Eddy Boy. Luego de un intercambio de palabras con Cranky, propietario del club, una ráfaga de balas cruza de un lado al otro dejando un saldo de tres muertos, entre ellos el Cranky. Con esa muerte inicia la fractura en el interior de la 18, una violenta guerra civil aún inconclusa por el control de territorios y rentas que ha cobrado cientos de vidas, entre ellas la de Christian Poveda.
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La vida loca, de Christian Poveda, video completo.
https://www.youtube.com/watch?v=T2B-R3XNBLU