En «Sur del mediodía» transcurre el viaje, las imágenes registradas en la memoria y la palabra del poeta. El contacto del lápiz con el papel tras el paso de los kilómetros y los chequeos fronterizos. El ojo de astronauta y esa incursión en lo desconocido sólo para descubrir que no somos tan exóticos como creemos ser. Entonces, redescubrir las pequeñas cosas, los detalles, hiperbolizar el viaje sólo para imaginarnos grandes, para contemplar la belleza del diminuto encanto en lo narrado. Por si acaso, Fabricio Estrada es un viajero del tiempo que habita su parábola temporal. Estática en la radio transmisión, comienza el viaje. Checkpoint Chalío Bala.
***
A la izquierda está el paisaje,
a la derecha
los límites de velocidad,
las señales de no girar.
A la izquierda va el paisaje,
el sol cayendo rojo
como rojo mango
en la lenta luna.
Ticabús, 5:45 am
Siempre hay una isla demasiado lejana
habitada por gigantes.
El motor tarda en encender
y es muy probable que todos
hayan rezado ya en todas las lenguas conocidas.
Mi lengua está muerta.
Transito entre moldes para Madame Tussauds
que han quedado varados en los andenes.
He abordado a mi silencio más verdadero
con el arpón de Ahab como amuleto.
Siempre hay una isla demasiado lejana
santuario de ballenas fantásticas.
Mis pertrechos se distribuyen
entre una cámara, un bote de agua
y este lápiz lleno de un inflamable y desconocido río.
Siempre hay un cura sin rebaño
un cura perdido
entre niños con dentaduras plásticas de Drácula,
un viudo instantáneo que pasea su luto
insistente, hacia el confesionario del baño,
una madre soltera
que te pide cambiar de asiento
–me acompaño mejor con mi reflejo en la ventanilla–
una ilegal cuyos papeles
son retratos de hijos cada vez más extraños.
Siempre hay una isla demasiado lejana,
sin punto fijo en las guías turísticas,
sin muñecos de cera
sin autobuses que unidos en la memoria
son un largo laberinto ferroviario
por donde vagas
boleto en mano
automáticamente
triste.
10:25 am
1
Grandes heridas,
como hectáreas vistas
desde un avión:
el mundo entero
desollado.
2
Existe un punto
similar a la cumbre del Everest
donde sin oxígeno
y sin asombro
es imposible saber
a dónde dirigirse.
1:30 pm
La campiña era como irlandesa
– no sé cómo aman las irlandesas
pero ante tanto verde
han de amar con nostalgia-,
todos quisieron una casa en ella
(porque el arco iris se hundía justo en ella
casi barreno,
y lo que va profundo
siempre llama la atención).
No había fósiles
pero estaba la campiña haciendo brotar casas
y psicotrópicos.
La lluvia regaba por goteo
y los tomates rodaban espalda abajo
en la espalda del bracero.
Ahora entendía
cómo amaban las irlandesas,
no del norte, no del sur,
digo las irlandesas
que toman el sol en los acantilados
indiferentes a los disparos en Belfast
o a la mala dicción
de los cursos de inglés
para enamorados.
[…]
Fabricio Estrada
(Honduras, 1974)
Sextos de Lluvia, 1998, Poemas contra el miedo, 2001, Solares, 2004, Poemas de Onda Corta, 2009, Blancas Piranhas, 2011, Sur del mediodía, (2013-México, 2015-Costa Rica)
Sus poemas aparecen en antologías iberoamericanas y revistas impresas y electrónicas. Ha participado por Honduras en diversos festivales internacionales. Ensayista, Fotógrafo, Gestor Cultural. Actualmente reside en San Juan, Puerto Rico.