BARRAS BRAVAS EN HONDURAS

EGO11 agosto, 2016

«Una vez por semana, el hincha huye de su casa y asiste al estadio. Flamean las banderas, suenan las matracas, los cohetes, los tambores, llueven las serpientes y el papel picado; la ciudad desaparece, la rutina se olvida, sólo existe el templo. En este espacio sagrado, la única religión que no tiene ateos exhibe a sus divinidades. Aunque el hincha puede contemplar el milagro, más cómodamente, en la pantalla de la tele, prefiere emprender la peregrinación hacia este lugar donde puede ver en carne y hueso a sus ángeles, batiéndose a duelo contra los demonios de turno».

Eduardo Galeano

«Las barras de Motagua y Olimpia, protagonizaron este sábado un nuevo enfrentamiento en las afueras del Estadio Nacional. Previo al comienzo del clásico capitalino, dejando como saldo un aficionado motagüense muerto».

(Diario La Prensa,  03 de abril de 2016)

En lo que va del año, Honduras ha reportado alrededor de 32 muertos a causa del choque entre las denominadas «barras bravas». Ni la policía ni la federación de futbol han podido hacer nada para dar un alto a este tipo de violencia. El nombre genérico dado en este país por parte de la prensa y  las autoridades de seguridad a este tipo de organizaciones es «Barras Maras», pues actúan como pandillas, defendiendo territorios; amenazan y golpean a cualquiera que no se identifique con ellos.

Los símbolos de las barras bravas son característicos de los movimientos políticos no convencionales, los «Revos», por su parte, utilizan vestimenta negra y/o azul oscuro, como placa de barrio (pintas en paredes) la estrella roja con un entorno negro que simboliza la unidad de todas las fuerzas en el comunismo y los movimientos populares afines a esta ideología, también utilizan la cifra 1928 que representa el año en que nació Ernesto Che Guevara y también el mítico esténcil del rostro del mismo revolucionario, además del águila que es el símbolo por excelencia de los motagüenses.

Por otro lado los «Ultras», son más de la tendencia anarco-punk, utilizan la A de la anarquía para marcar sus territorios o el símbolo de dos minutos; una banda punkera del sub género oi, que tiene como logo la mira de un arma que está apuntando a un 2 con un apóstrofe sobre el número y su vestimenta casi siempre es con los colores de la bandera del Olimpia; blanco, azul y rojo.

La mayoría de los integrantes de estas barras son estudiantes de educación media ¿Qué hacen los entes educativos para enfrentar este fenómeno, qué hace el Estado para evitar que estos muchachos tomen otro tipo de actitud frente a la sociedad que los observa y los menosprecia?

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Foto Diez.hn

Breve historia de las barras en el mundo

Las barras tienen sus inicios en Brasil con La Charanga, grupo formado por hinchas del Club Deportivo Flamengo en 1942. A partir de esa fecha se fue haciendo moda la organización de grupos de fanáticos de este tipo y eran llamadas «torcida» y utilizaban la música de las escuelas de samba para ambientar los encuentros deportivos. Luego de la segunda guerra mundial, este modelo de apoyo llegó a Europa, inicialmente a Croacia, para luego extenderse por toda Europa donde son conocidos como hooligans y/o ultras. Posteriormente se fue extendiendo este fenómeno por toda América Latina y por ende a Honduras, generalmente utilizan pancartas, vestimentas de acuerdo a sus equipos  y hasta maquillajes con los colores del club que representan.

«BARRAS DE OLIMPIA Y MOTAGUA PROTAGONIZARON OTRO HECHO BOCHORNOSO EN TEGUCIGALPA», dice el encabezado de Diario deportivo DIEZ del 18 de diciembre de 2015.

Mientras los dueños de los clubes deportivos se regodean en fiestas y orgías adorables, los seguidores de sus equipos; el alma verdadera de sus negocios, se matan en el nombre de uno u otro equipo.

El fútbol devela las pasiones más arraigadas en la mayor parte de los habitantes en el planeta. Como apuntaba Eduardo Galeano: «La historia del fútbol es un triste viaje del placer al deber. A medida que el deporte se ha hecho industria, ha ido desterrando la belleza que nace de la alegría de jugar porque sí».

El fútbol hace mucho dejó de ser un inocente deporte y pasó a ser motivo de guerras entre los hombres que se matan por la inquisición de la pelota. Es él —dios fútbol— quien define las leyes de convivencia en la absurda levedad de la existencia postmoderna.

Foto Diez.hn
Foto Diez.hn

—En los colegios donde hay alumnos de las dos barras el entorno es más conflictivo, no así en aquellos que manejan una sola bandera, usted sabe, uno puede encontrarse a alguien en un conflicto a las afueras del estadio pero cuando uno se encuentra estas mismas personas en el centro de estudio es un poco más furiosa la onda. —Comenta a El Pulso un muchacho ex barrero.

Según información recogida, los integrantes de las barras en su mayoría vienen de los institutos públicos, como el Instituto Central Vicente Cáceres, donde cohabitan las dos banderas más utilizadas entre los hinchas capitalinos. Otra gran parte llega de los colegios privados de bajo costo, es decir, la mayoría de estos muchachos y niños son hijos de padres de escasos recursos y habitan en las áreas marginales más peligrosas, como la Flor del Campo, el barrio “Los Jucos”, la colonia San Miguel entre otras.

—Mi familia me aconseja, pero la misma rebeldía me mete más al rollo. Con mis amigos me siento más a gusto que con la familia. Lo que es duro es perder a un compañero de barra, eso te crea un odio hacia las otras barras… —Nos comenta un hincha de la Ultrafiel.

foto: hinchasantifascistas.blogspot.com
foto: hinchasantifascistas.blogspot.com

El Estado hondureño, no provee una educación que permita al individuo el acceso a un conocimiento de calidad, la escasa importancia que desarrolla este tema en el papel del aparato estatal está causando la generación de violencia masiva.

Por un lado está la televisión, la música y la radio de basurero, conformada por aquellos programas y piezas «musicales» que probablemente son creados con la intención de idiotizar al pobre tercermundista. Aquel tipo de transmisiones que exhibe un cúmulo de violencia exagerado, como sugiriendo que está bien matar, que está bien consumir drogas y venderlas.

—La familia de uno termina siendo la barra, si unos ríen, uno ría con ellos, si unos lloran uno llora con ellos, si ellos toman uno toma…

La educación obtenida a través de la sociedad de consumo, trae consigo un grupo de ideas que distraen al ser humano del núcleo familiar. La mayoría de programas y canciones hoy en día, hablan de la lealtad y el respeto de los «Socios» a través del miedo, sin brindarle mucha importancia a la familia y a los diálogos intrafamiliares; irrespetar al papá, es símbolo de hombría.

Foto El Heraldo
Foto El Heraldo

Para las muchachas ser codiciadas al punto de poder vender su cuerpo y no tener la necesidad de un trabajo «normal» se ha vuelto tan regular que uno puede ir en el bus y escuchar como las mujeres hablan con toda naturalidad de ser «prepagos» para poder estar lejos de su familia y comprar cosas innecesarias que generalmente ni siquiera saben usar.

Por otra parte estos grupos  de apoyo deportivo son duramente criticados por el uso desmedido del alcohol y de las drogas, y por la utilización de la violencia en los encuentros deportivos entre sus equipos favoritos.

Es necesario que las autoridades tomen cartas sobre estos asuntos y que hayan programas de adaptación y prevención en cuestión del riesgo social de los jóvenes, es justo y necesario que en vez de criminalizar el producto se criminalice la causa, es urgente además que los legisladores inviertan más en la enseñanza, desde la educación sexual hasta la educación para el mejor desarrollo de la familia.

Muchos de estos ciudadanos tienen talentos que podrían aprovecharse como punto de partida para una mejor adaptación al engranaje social. Otros no lo hacen porque carecen de recursos financieros para tomar una carrera o un oficio y es ahí donde el Estado debería asumir la responsabilidad. Porque comprar tanques y armas para reprimir el efecto de una sociedad en la que desde el más pequeño hasta el más grande ha contribuido a desplegarla, no es suficiente. Sobre todo porque las malas decisiones de los gobernantes llevan la mayor parte de la culpabilidad de la existencia de estos fenómenos culturales.

Todos estos jóvenes merecen ser tomados en cuenta como parte de la nación en que viven, siendo sus padres aportantes en la gran empresa llamada Estado, merecen tener igual cantidad de oportunidades que otros que no nacieron en áreas de riesgo. Es hora de comenzar a exigir mejores condiciones de vida, el gobierno podría utilizar los recursos que todos pagamos, para invertir en materia de salud, alimentación y más oportunidades de  trabajo para estos jóvenes, ofreciéndoles una calidad de vida que valga la pena vivir.

Para conocer más sobre las barras, les invitamos a dar click en el siguiente enlace y ver el documental«Haceme Barra» del colectivo con el mismo nombre.

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