Fueron varias las ocaciones en donde los maestros de secundaria del Distrito Central, pidieron al anterior Ministro de Educación, que designara recursos para tratar el problema de los alumnos infractores en los colegios y su respuesta siempre fue negativa. Así lo manifestó un profesor de secundaria de un colegio de Comayagüela, con quien conversamos sobre el tema de las pandillas y su pelea por el control de territorio en los centros educativos.
«El Ministro de Educación, las veces que tuvimos la oportunidad de hablar, manifestó que no tenía recursos económicos para brindar apoyo. Él argumentaba que la situación de seguridad, de maras y pandillas, es responsabilidad de la Secretaria de Seguridad y que los fondos de ayuda extranjera, que venía destinada para Educación se tenían que invertir en la construcción de aulas en la zona de occidente», afirmó, agregando que en su negativa, el Ministro Escoto les dijo que tampoco había ayuda del gobierno central para el departamento de Francisco Morazán.
Los problemas que enfrentan los maestros en los centros educativos han desbordado su capacidad. Los profesores reconocen que están preparado para formar mentes y orientar personalidades, pero no para tratar con maras y pandillas.
En su búsqueda por solucionar la problemática que les agobia, varios directores de centros educativos han optado por contratar compañías de seguridad privada, las cuales luego cancelan por falta de presupuesto.
«También nos dijo el Ministro de Educación, que la Secretaría pagaba 20 personas de la empresa de seguridad privada contratada, pero solo mandaba 2 y cuanto más enviaba 3 guardias a vigilar», afirman los maestros, confesando su incomodidad con el contrato de seguridad que les llegó desde la Secretaría de Educación, el cual identificaban como un acto de corrupción. Razón por la cual los colegios grandes se fueron quedando sin seguridad del Estado.
«Entonces se buscó ayuda en las Fuerzas Armadas y facilitaron 6 soldados muy jóvenes, que se la pasaban jugando con el teléfono celular», intervino otro de los profesores entrevistados, agregando que los soldados, «cuando se la quitamos la mariguana a los alumnos, querían que les entregáramos a ellos los carrucos».
«Se les tuvo que hablar en serio, que eran pruebas ante las autoridades del Estado de lo que se denunciaba era verdad —dijo el catedrático—, igual ellos quieren fumar también para quitarse el sueño, porque los soldados están muy cipotes, también se la pasan enamorando las niñas de quinto y sexto año, y algunas son jainas que tienen de vida loca».
Las «jainas» son las mujeres de los mareros, son las que los cuidan de los enemigos cuando merodean, también vigilan los movimientos de sus contrarios en los territorios que está bajo su control y avisan cuando la policía o desconocidos se mueven en las zonas en donde opera su mara o pandilla.
«Las jainas se encargan de reclutar a otras niñas, llevan los mensajes, de cuando tienen que ir a dormir a la cárcel, día y el julano con el que van dormir. Si no obedecen, las amenazan. “Ya sabemos dónde vivís, quién es tu familia”, le dicen. Ellas tienes que obedecer».
Los catedráticos, en su entrevista se evidencian hombres y mujeres conservadores, preocupados por la sexualidad de las alumnas. Ellos afirman que además en sus centros educativos «hay niñas prepago, que tienen que vender su cuerpo para tener cosas materiales y sostener sus estudios».
Según otro maestro, «las niñas son muy vulnerables a esa edad, las reclutan enseñándole cosas muy caras, en particular teléfonos celulares, invitándolas a una fiesta de cumpleaños de otras jainas» —dice y agrega que cuando las niñas salen de la escuela con el uniforme escolar, las otras jainas les prestan ropa para que sean bonitas, permitiéndoles incluso llevarla para su casa. «Al inicio las van involucrando, pero cuando la niña quiere echar un pie atrás, ya la tienen acaparada ellos».
«Aquí te vamos a proteger, para qué te vas ir, aquí vas a estar bien, vamos a cuidar de voz y tu mama —le dice—, o las drogan».
El catedrático entrevistado nos contó el caso de una niña que dentro del colegio le dieron sobre dosis de droga y la encontraron intoxicada detrás de unos árboles. «Hubo profesores que se mostraron indiferentes, que decían que había que déjenla que le pasaba por borracha. La llevaron al hospital porque si no se hubiera muerto, le habían quitado los zapatos, robado la mochila, por milagro no la violaron dentro del colegio, la suerte fue que otro niño la encontró y dio la alarma sino hubiese muerto, con solo 13 años».
«Cuando se dieron los primeros casos en el Saúl Zelaya Jimenez —cuenta otro de los profesores—, visitaron algunas instituciones del Estado con ánimo de buscar ayuda. Pero cuando esas instituciones visitaban el colegio el director les decía que allí no pasaba nada. Los asesinatos lamentable ya no se pudieron tapar, la situación flotó, pero también el director cerró espacios a los medios, porque decía que estaban denigrando al colegio».
Los profesores sin embargo, son optimistas. Ellos consideran que el Saúl Zelaya Jimenez se puede recuperar, «si se cambia la administración y se coloca a la persona correcta».
«Quizá la experiencia del director haya sido con un centro educativo de menor tamaño», argumentan. los colegios son una empresa educativa sin fines de lucro
Los punteros, son niños chiquitos que vienen de primaria e ingresan a primer curso, que asumen que allí mandan ellos, intimidan a buenos alumnos aunque estén grandes, porque ya tienen a una organización al interior de los colegios que les respalda. Las instrucciones las traen de afuera. Desde que llegan al centro educativo generan temor, para que los respeten.
Los punteros son vigilantes y señalan quien no obedece las ordenes de los jefes, vigilan, a las jainas de los jefes, que no anden con otros; a los profesores y pasan desapercibidos por el tamaño. Si algo extraño sucede dentro del colegio, ellos alertan a los jainas y estas se mueven hacia los jefes.
Caractericas identificadas a los punteros según los maestros de secundaria: caminan en grupos de 3 a 5 niños o más, portan un buen teléfono celular, caminan con dinero, se declaran públicamente de la mara a la que pertenecen, acosan a otros niños. A veces ponen el celular en un punto determinado para que el teléfono desaparezca y acusan a un niño determinado de haber robado el celular. Le dicen que el teléfono era caro y que tiene que traer de 300 a 500 lempiras semanales.
«Vos parí ese dinero —le dicen—, como los hagás no imputa y si no lo hace, le toca vida loca».
Vida loca, en los centros educativos, según cuentan los profesores, es que los golpean en un lugar poco visible al interior del centro educativo, los maltratan y hace que el niño viva en zozobra.
«En esa extorsión, no podemos explicar cómo los niños logran sobrevivir», dicen los profesores.
La extorsión en los centros educativos es muy diferentes, a la que se da fuera o en la calle. No hay un reglamento que establezca las medidas que a tomar con los alumnos de conducta irregular, con adicciones o de otra naturaleza. Según los maestros, «la realidad de Honduras es similar a la de Colombia, pero en Colombia al niño con esos tipos de conducta se les extrae del centro educativo, y se les manda a un centro especial mientras dura el proceso de recuperación, aquí están revueltos los buenos y los que tienen disfunción social».
«Se presentó un alumno del grupo del Pedregal y me manifestó que tenía problemas. Estaba preocupado porque lo habían perfilado de «ranflero». El ranflero es un marero. Lo habían perfilado porque sabía manejar motocicleta y tenía que transportar al que iba entregar la droga. El niño tenía miedo. Sentía que no podía decirle a su madre. ¡Es tu mama la que te tiene estudiando —le dije—, como ranflero no te vas a graduar, porque como ranflero hoy estarás vivo, mañana no. Tomá carácter y decile a ese hombre que no, porque te querés graduar en mecánica, le dije. Pero el niño siguió argumentando que necesitaba dinero. No pidas más de lo que tu mamá te pueda dar, los uniformes, los cuadernos, la comida y dormida, es lo que necesitas para graduarte. Le dije, haciéndole ver que lo que quiere es lujo. El negocio que pretendes hacer, lo que menos te garantiza es la vida, pero la decisión es tuya, de nadie más», dijo el profesor, reflexionando sobre las cosas horribles que cuentan los niños en su colegio.