EL JUEGO DE ESPEJOS DE HCH

ALG7 marzo, 2018

Es imposible echar una ojeada a cualquier periódico, no importa de qué día, mes o año, y no encontrar en cada línea las huellas más terribles de la perversidad humana… Todos los periódicos, de la primera a la última línea, no son más que una sarta de horrores. Guerras, crímenes, hurtos, lascivias, torturas; los hechos malévolos de los príncipes, de las naciones, de los individuos: una orgía de la atrocidad universal. Y con ese aperitivo repugnante el hombre civilizado riega su comida matutina. –Charles Baudelaire

La película iniciaría con un plano abierto de Tegucigalpa de noche. Como en Nightcrawler (2014), la película dirigida por Dan Gilroy que habla de Lou Bloom, un periodista aficionado de nota roja dispuesto a todo, con tal de ganarse 200 dólares por una nota. Un infeliz educado por el internet; un mercader de la autoayuda; un reptil de la noche, que llega a manipular la escena del crimen para «mejorar» su plano. O quizás debería iniciar en las minas del Corpus, en Choluteca, como en El Gran Carnaval (1951) de Billy Wilder, que cuenta la historia de Charles Tatum, un periodista sin escrúpulos que toma la tragedia personal de un minero indio (y retrasa su rescate) para triunfar en el mundo del periodismo haciendo de su muerte un espectáculo. O, siendo más crudos, debemos iniciar con el primer plano de un muerto, sus ojos abiertos como en un retrato de Weegee, el pionero del periodismo de la nota roja que, al igual que Bloom, cambiaba la posición de los muertos para lograr la iluminación y el encuadre necesario para el Arte. En el fondo, tendríamos la narración de Carlos Posadas «Halcon 1», del canal hondureño HCH, describiéndonos con detalle la condición de la muerte del infeliz del primer plano.

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Camilo Taufic escribió en su libro Periodismo y lucha de clases, que no hay inocencia en las informaciones: «la información determina las decisiones de quienes la reciben» —dice, advirtiéndonos que con la información que recibimos «podemos ser dirigidos por la prensa sin advertirlo». Taufic argumenta además que no existe en ningún medio la información por la información. «Se informa para orientar en determinado sentido a las distintas clases y capas de la sociedad, y con el propósito de que esa orientación llegue a expresarse en acciones determinadas. Se trata de influir en las masas sobre las ideas, sentimientos, estados de ánimo, conceptos, imágenes emocionales, voluntad, juicios y aspiraciones de las personas, de acuerdo a intereses (…) para —de esta manera— crear, corregir o conservar una determinada conducta, para dirigir en alguna medida la acción social».

Desde que el espectro televisivo se abrió en Honduras a finales de los ochentas y surgieron nuevos canales, nos fuimos acostumbrando a los noticieros irrespetuosos de la dignidad humana.  Antes de la televisión, la prensa cumplía esa morbosa función. Basta ver los periódicos en las hemerotecas para contemplar esos primeros planos de hombres aplastados por un camión con los sesos por fuera y la escabrosa descripción del redactor de la nota que no se medía en escrúpulos cuando de la muerte de pobres se trataba.

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El sampredrano Canal 6 fue un fenómeno por amarillista. Cuando surgió, la gente comentaba con horror cómo el camarógrafo de ese canal no tenía límites para hacer los planos o presentaba las notas con irrespetuosos encabezados, como aquel que describía el hallazgo de un suicida que murió ahorcado y fue encontrado por su familia «como lámpara del techo».

Si partimos de la tesis de que el periodismo es un espectáculo que tiene de todo, menos inocencia, queda la pregunta de a qué corresponde este tipo de periodismo que parece molestarnos tanto y a la vez agradar a las masas.

¿Qué es HCH?

Hable Como Habla era un programa de radio en horario matutino, creado por el periodista Eduardo Maldonado. En menos de una década creció como la espuma y pasó de ser el programa estelar en una radio marginal, a ser su propio canal de televisión con los más altos rating del país. Ha logrado imprimir su propia factura y estilo en la televisión nacional, que ahora intentan emular el estilo desaliñado de HCH. Un canal que abusa hasta el límite, exacerbando el morbo y utilizando a las víctimas como material de comercio para ganar televidentes.

Javier Darío Restrepo en su libro Ética para Periodistas señalaba que a la prensa sensacionalista solo le interesa mostrar escenas de la vida privada, atizar el fuego del escándalo, alimentar el morbo con titulares llamativos y suscitar polémicas intrascendentes, pero no ejercer la actividad profesional con el objetivo de servir a la comunidad y de contribuir al bien común.

Según Restrepo «…el sensacionalismo es una deformación interesada de una noticia, implica manipulación y engaño y por tanto, burla la buena fe del público».

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El periodista y profesor colombiano Omar Rincón asegura que para lograr mayor rating, los medios de comunicación —principalmente la televisión— hacen uso de lo que llaman «la porno-miseria», que no es más que exponer en forma grotesca las tragedias de ese Otro con que el pueblo se identifica.

La porno-miseria en HCH, son los primeros planos de Halcón 1, o el desnudo de Elsa Oseguerra en una transmisión en vivo, la boda de Ariela Cáceres o la pelea del periodista con el policía que no le permitió entrar y contaminar una escena criminal custodiada, según la ley manda.

Parecen acciones arbitrarias y chabacanas de un grupo de periodistas mal hablados que viven en la línea de la más cruda ignorancia, pero algo hay en eso que lo ha vuelto un fenómenos mediático. Porque admitámoslo, de todo hay en HCH, menos espacio para improvisar.

En la consciencia tradicional de la población se asienta la creencia de que ciertos dispositivos tecnológicos, como la cámara fotográfica o de video, dan pruebas fieles de la realidad auténtica y objetiva. Anuar Saad Saad, profesor de periodismo en la Universidad de Barranquilla, advierte en su artículo titulado «El sensacionalismo o la «insurrección» de las masas», que lo que se ve en la televisión aparece en muchos casos como una verdad, aunque esta tenga una cantidad de versiones como de noticieros que la presentan, los hechos captados por las cámaras aparecen como verdaderos. En muchos casos, la repetición incesante de la misma imagen o secuencia de imágenes, logra anular la diversidad de los comentarios que se generan en torno a ella.

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Se puede decir entonces que HCH es, ante todo, un sofisma de distracción, pues en la medida en que el medio de comunicación y sus periodistas se dediquen a explotar el morbo sensacionalista, menos tiempo le dedicarán a informar a la sociedad los problemas que a ésta verdaderamente le interesan.

Imágenes desmesuradas, como la de aquella mujer que vimos agonizar en directo después de haber ingerido pastillas para curar frijoles, profanándose groseramente un momento sagrado, el más íntimo que todos tendremos, el de la muerte; o aquella mujer que sufrió un accidente de tránsito y quedó con su cuerpo afuera del parabrisas y mientras agonizaba, el periodista se le acercó  y le hizo una entrevista; u otras víctimas exhibidas sin pudor en medio de su propio charco de sangre, que de esas hay muchas en este tipo de prensa. Ariela Cáceres se peleó con otra periodista que fue despedida del canal y luego llamó para acusarla, en vivo, de hacerse un blanqueamiento de ano cada seis meses. ¿Es esto noticia? Y  son solo alguno de los casos donde la dignidad humana, incluyendo la de los mismos periodistas, es arrasada en pro de subir audiencia, sin que el Estado le ponga fin a esta cada vez más lucrativa y expansiva forma de «periodismo».

Pero,  ¿por qué es tan popular HCH?

Saad Saad asegura que gran parte de la legitimidad del contenido de la prensa sensacionalista radica en que en él es posible encontrar «rastros populares».

«En sus páginas se halla un abanico de situaciones, hechos y personajes que por razones históricas, por convicción o por ausencia de otras alternativas, están al margen de los grandes círculos sociales y culturales; muchos de ellos sujetos anónimos —hombres y mujeres de distintas edades y ocupaciones— que sin estar por fuera de lo aceptado socialmente institucionalmente, hacen parte de un vasto conglomerado social que tiende a diluirse en generalizaciones como las de la gente común y corriente o la gente de a pie que sólo llegan a ser visibles cuando salen registrados en este tipo de periódicos ya sea como víctimas o victimarios».

Detenidos

HCH entonces, es un juego de espejos. Por un lado nos muestra una ciudad mórbida que parece creada para la crónica roja. Una ciudad anónima, conformada por miles de almas que nadie nunca sabrá que existieron, excepto cuando forman un espectáculo trágico o cómico, en donde la violencia y la ignorancia es parte de nuestro folcklore. Y por el otro lado es la ciudad que se ve a si misma. Anónimos viendo anónimos. Según expone la periodista Olga López Betancur «la actividad de la urbe encuentra su efectiva manifestación en estos textos hiperbólicos que cuentan las pequeñas fatalidades de seres anónimos, para ser leídas por otros seres anónimos, «vulgares e ignorantes»». HCH es el «lugar» del qué se hablará y desde el que se hablará.

HCH no «deforma» al televidente, sino que lo «forma», en el sentido que le ayuda a comprender la ciudad y los territorios.  «La crónica de sucesos criminales, por su redundancia cotidiana —dice Michel Foucault en su libro Vigilar y castigar (1986)—,  vuelve aceptable el conjunto de los controles judiciales y policiacos que reticulan la sociedad; refiere cada día una especie de batalla interior contra el enemigo sin rostro, y en esta guerra, constituye el boletín cotidiano (léase HCH) de alarma o de victoria».

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Jesús Martín-Barbero se refirió a la telenovela en América Latina como una expresión de «identidad plural», aludiendo a los valores y comportamientos que la novela, como lo fue el cine en los cuarenta, contribuyen a crear en la población que los consume. En la actualidad, una era cargada de información y estímulos, la prensa sensacionalista (HCH) viene a ser ese formador de límites que la nueva sociedad requiere. Una manifestación de «identidad plural» como lo refiere Martín-Barbero.

En la película Nightcrawler, el momento del éxito del periodista llega cuando logra filmar el asesinato de su camarógrafo y nos deja saber que en este tipo de periodismo no hay fronteras. Difícil saber el plano que sigue en esta narrativa que es nuestras vidas bajo la lente de HCH, podemos sí, adivinar que el comentario mordaz estará allí, haciendo del sufrimiento de la familia doliente, un espectáculo para las masas.

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