Por: Roberto Carlos Pérez
La historia de Nicaragua ha sido particularmente sangrienta. Los caciques y caudillos de antaño se convirtieron en siglo XX y el XXI en el temible dictador, la figura que introdujo el encierro con animales salvajes, los electrochoques, las sumersiones en agua, y los más sofisticados sistemas de represión. Lo admirable es que los nicaragüenses siempre han encontrado la manera de sacudirse al dictador de turno.
No le salió bien a Daniel Ortega y a Rosario Murillo la movida de resarcir el desfalco al Instituto Nicaragüense de Seguridad Social mediante el recorte del cinco por ciento de las pensiones a los jubilados y el aumento a las contribuciones por parte de los trabajadores.
La seguridad social ha sido el cochinito de Ortega y Murillo, con el cual ellos y sus allegados se han financiado negocios propios. Los jóvenes de Nicaragua, en un afán de proteger a sus ancianos, han dicho ¡No más!
La Juventud Sandinista, hordas de jóvenes entrenados para matar, no ha impedido que los estudiantes y el pueblo en general, cansados de este y muchos otros atropellos, se tomaran las calles en un acto sin precedentes desde que Daniel Ortega volvió al poder en 2007.
Los jóvenes le han demostrado a la dictadura Ortega-Murillo su lado flaco: la Juventud Sandinista es la minoría en comparación a los miles de nicaragüenses que se han lanzado a las calles a protestar, sin la protección de la policía.
Nunca este dictador ha sentido el peso del reclamo popular como hoy. A pesar de que ha ordenado el cierre de los canales de cable que transmiten las imágenes de las protestas, Ortega jamás se imaginó que las redes sociales se convertirían en el mejor aliado de los jóvenes que han demostrado el arrojo y valentía para sacudirse a la dupla Ortega-Murillo, dupla que se ha enriquecido obscenamente, mucho más que ningún otro dictador en nuestra historia reciente.
Es admirable el coraje de estos jóvenes y de los demás manifestantes. No es históricamente erróneo recordarles que hace cuatro siglos un importante levantamiento en España llevó al escritor Lope a escribir Fuenteovejuna. Un poco antes, el gran escritor Miguel de Cervantes había compuesto la Numancia, que también era una forma de rebelión popular. En ambos, y por primera vez en lengua española, el pueblo es el protagonista.
Ayer 19 de abril, fecha que de ahora en adelante hará pares con el tan celebrado 19 de julio, los jóvenes y el pueblo en general se impusieron a la Juventud Sandinista. Como en el drama de Lope de Vega, estos manifestantes luchan por la democracia exponiendo sus vidas. Y como en la Numancia, muchos de ellos mostraron que el miedo a la muerte es menor al gris futuro que en estos días les ofrece la dictadura Ortega-Murillo.
Justo es apoyarlos y decirles a viva voz, porque su valentía es capaz de derribar al nuevo Comendador de Fuenteovejuna, que hagan suyas las palabras de sus habitantes dichas hace cuatrocientos años, parafraseándolas de la siguiente manera:
¡Fuera tiranos traidores!
¡Traidores tiranos fuera!
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Roberto Carlos Pérez (Granada, Nicaragua, 1976). Músico, narrador y ensayista. Estudió Música en Duke Ellington School of the Arts y se licenció en Música Clásica por Howard University, en Washington D. C. Además es máster en Literatura Medieval y en los Siglos de Oro por Maryland University. Producto de sus investigaciones son los numerosos ensayos aparecidos en revistas nacionales e internacionales. Es autor del libro de cuentos Alrededor de la medianoche y otros relatos de vértigo en la historia (2012), de la novela corta Un mundo maravilloso (2017) y del libro de ensayos Rubén Darío: una modernidad confrontada (2018). Ha sido incluido en las antologías Flores de la trinchera. Muestra de la nueva narrativa nicaragüense (2012) y Un espejo roto (2014). Su cuento «Francisco el guerrillero» fue traducido al alemán y apareció en la antología Zwischen Süd und Nord: Neue Erzähler aus Mittelamerika (2014). Es también editor del libro en homenaje al poeta mexicano José Emilio Pacheco: José Emilio Pacheco en Maryland (1985-2007) y de la edición crítica de la novela El vampiro (1910), de Froylán Turcios. Sus áreas de investigación incluyen la Edad Media, los Siglos de Oro, el teatro áureo español, el Modernismo y los efectos de la guerra civil nicaragüense en la literatura contemporánea. Roberto Carlos Pérez es miembro colaborador de la Academia Norteamericana de la Lengua Española.