La guerra que no fue por el fútbol

EGO15 julio, 2019

“…Dadme por fuera un cuerpo de metal y por dentro otro cuerpo de metal 
igual al del soldado de plomo que no muere…”
Canto de guerra de las cosas, Joaquín Pasos.

A Amelia Bolaños de 18 años la mató una bala disparada por ella misma hacia su pecho. Fue momentos después de que el delantero hondureño, Roberto “La Coneja” Cardona anotará el gol con el que la selección de Honduras venció a la de El Salvador 1 – 0 en Tegucigalpa el domingo 8 de junio de 1969.

Amelia fue sin querer la primera víctima de un conflicto armado entre dos países centroamericanos: La Guerra del Fútbol, la llamó Ryszard Kapuscinski, el mítico periodista polaco, aunque también es llamada la guerra de las 100 horas, inició el 14 de julio y terminó el 18 de julio de 1969.

Aunque Ryszard Kapuscinski bautizó su crónica sobre el conflicto armado entre Honduras y El Salvador como la Guerra del Fútbol no fue por fútbol.

Las razones -quiérase o no- son las mismas que ahora generan las caravanas masivas de migrantes; una reforma agraria que afectaba a campesinos inmigrantes salvadoreños y querer favorecer a una minoría (empresarios, terratenientes) en detrimento de una mayoría y ahora en el siglo XXI la violencia de las pandillas y el narcotráfico.

La guerra del fútbol fue un título que se vendió muy bien, uno sin el cual que esa crónica tal vez no habría sobrevivido 50 años. Visibilizó una región a la que nadie miraba, a la que antes y hoy a nadie le importa, una región conocida como el Triángulo Norte de Centroamérica, el violento Triángulo Norte.

Sí, es cierto que Ryszard Kapuscinski bautizó la guerra de 1969 entre Honduras y El Salvador como la Guerra del Fútbol, pero también es cierto que al final de su crónica, aclara las verdaderas razones entre las que destaca la expulsión de salvadoreños (casi 300 mil) de las tierras que habían trabajado en Honduras.

Al cumplirse 50 años de esa guerra, las causas reales han sido poco expuestas o analizadas, esa guerra convencional entre dos países pobres en este siglo ha mutado en guerras urbanas de pandillas y peleas de plazas de narcotráfico en Honduras, El Salvador y Guatemala, tristemente los países que forman el temible triángulo norte.

“NOS VENGAREMOS DEL TRES A CERO.”
Grafiti en Tegucigalpa durante la guerra.

Esa guerra que duro cien horas dejó 6 mil muertos, más de 12 mil heridos, 50 mil personas desplazadas de sus hogares y sus cosechas. Destrucción y muerte, lo acostumbrado en una guerra.

“…Mañana envidiarán la bomba hidráulica de un inodoro palpitante…”
Canto de guerra de las cosas, Joaquín Pasos.

Las causas reales de la guerra comienzan con la migración de salvadoreños desde 1932, desde ese año con mayor frecuencia hacia honduras, estos salvadoreños ocupan tierras ociosas, se apoderan de tierras abandonadas, el gobierno de Oswaldo López Arellano -como siempre en la historia de la política regional- prefirió ver hacia otro lado y ser indiferente aplicando una iniciativa de registro de los salvadoreño como extranjeros residentes, pero solo el uno por ciento de los 300 mil salvadoreños se inscribieron.

Hasta que por presiones de “importantes fuerzas sociales del país” y para implementar una solución política de bajo costo que evitaría una confrontación por la tierra con los propietarios determinó la expulsión de los campesinos extranjeros sin mayor responsabilidad para el gobierno que hacerlos cruzar una frontera aún indefinida por ambos países.

El desplazamiento obligado de la comunidad salvadoreña comenzó en mayo de 1969, a un mes del primer partido de fútbol entre las selecciones de fútbol de El Salvador y Honduras de la eliminatoria para el mundial México 1970.

Las tensiones comenzaban a desarrollarse. El contexto violento de las expulsiones de salvadoreños ocurre también por presiones de la Federación Nacional de Agricultores y Ganaderos de Honduras (FENAGH) a travez del Instituto Nacional Agrario (INE).

El gobierno de Honduras expulsa a los salvadoreños, estos regresan obligados a su país, allá, el gobierno los recibe con una preocupación, el miedo que de ocurra una convulsión social de grandes proporciones por un nutrido grupo de campesinos que demandaban tierra para trabajarla.

Estos hechos contribuyeron a que en ambos países el chovinismo se exaltara a niveles propagandísticos que terminaron con la demonización del enemigo, la prensa alimentó sin contemplación de la razón a dos monstruos: el antisalvadoreñismo y el antihondureñismo, lo que convirtió a las minorías hondureñas y salvadores que vivían en países opuestos en blanco fácil de una persecución patriótica (chovinista) sin modelo social, Kapuscinski en su crónica habla de linchamientos y del discurso de odio de la prensa atacando al enemigo del otro lado de la frontera.

A toda esa hostilidad hay que agregar el mal momento gubernamental que pasaba el general Fidel Sánchez Hernández, presidente de El Salvador, quién “enfrentó, en 1966, 1967 y 1968, exitosos movimientos huelguísticos protagonizados por conductores de autobuses de la capital, médicos y estudiantes de medicina, los maestros organizados en la Asociación Nacional de Educadores Salvadoreños ANDES 21 de Junio y por sindicatos y federaciones sindicales de trabajadores que demandaban básicamente mejores salarios y mejores condiciones laborales.”*

En Honduras el ambiente social no era distinto, las presiones derivadas de un desgaste en las elecciones municipales dieron fuerza a la oposición interna en contra de Oswaldo López Arellano más los reclamos de los campesinos por la tierra, más una huelga en la costa norte. Ingobernabilidad, ambos países ocupaban un respiro que mantuviera al margen todos los problemas sociales que enfrentaban, para Víctor Meza, director del Centro de Documentación de Honduras (CEDOH), la guerra fue la solución política para olvidar esa crisis y reavivar el espíritu patriótico.

«Los orígenes de la guerra hay que buscarlos en la conflictividad política y social acumulada en cada una de las partes beligerantes» y que en ambos países, sus respectivos gobiernos confrontaban situaciones de convulsión social que determinaban estados anormales de gobernabilidad o de ingobernabilidad. Por lo tanto, la guerra, para unos más que para otros, fue una especie de vía de escape para desencadenar y liberarse de aquella tensión social acumulada que amenazaba con la estabilidad política de los gobiernos. En el trasfondo de toda esa conflictividad estaban los problemas agrarios de ambos países”. Victor Meza. EFE.

Los partidos fueron esa excusa mediática para justificar la guerra, fueron tres que se jugaron; el primero el 8 de junio 1969 en Tegucigalpa. Ganó Honduras 1-0.

El segundo el 15 de junio 1969, San Salvador. Ganó El Salvador 3 – 0. Para este partido las tensiones eran muy grandes, tanto que los jugadores hondureños fueron trasladados al campo de fútbol Flor Blanca en carros blindados de la I División Motorizada del ejército de El Salvador.

El 26 de junio de 1969, un día antes del tercer partido, El Salvador rompió las relaciones diplomáticas con Honduras.

27 de junio 1969 tercer partido, México. Ganó El Salvador 3 – 2.

Los tres partidos se jugaron en un contexto político difícil para ambos gobiernos, esos juegos sirvieron como esa vitrina que se necesitaba para que explotará el conflicto entre las masas sin la necesidad de que un político declarará la guerra.

Las causas reales:

La expulsión de los salvadoreños del Honduras y la reforma agraria que favorecía a unos pocos empresarios y terratenientes hondureños.

Una frontera aún sin delimitar.

Las campañas de la prensa de ambos países incitando a la guerra. La satanización de los salvadoreños y los hondureños, retórica y narrativa excluyente de la prensa de ambos países.
Chovinismo periodístico

El desarrollo político de las de las causas reales tuvo al Instituto Nacional Agrario (INA) como un protagonista de la guerra:

…“La nueva política del INA, basada en la Constitución de la República y en la Ley de Reforma Agraria, hacía énfasis en el artículo 68, capítulo VII, de dicha ley que establecía como primer requisito para obtener una parcela de tierra por dotación, ser hondureño por nacimiento…”

…“El INA explicó la presencia de numerosos agricultores salvadoreños en tierras públicas, nacionales y ejidales, como el resultado de “un sistemático plan de invasiones y acaparamiento” llevado a cabo durante muchos años por “personas extranjeras, en manifiesta burla y menosprecio de las leyes que regulan el normal desenvolvimiento de nuestra vida ciudadana”. *

Kapuscinski si omite una línea de tiempo de casi un mes en su narrativa experimental entre los tres partidos, ¿descuido? ¿suspenso? ¿prisa?, pero al finalizar su crónica si explica las razones reales del conflicto, lejos de fútbol.

El historiador Mario Argueta, entrevistado por El Pulso coincide en que una de las causas de la guerra fue la migración de campesinos sin tierra, porque la estructura agraria salvadoreña estaba concentrada en muy pocas manos, porque las tierras ejidales y comunales habían sido subastadas entre personas que si podían pagarlas.

Lo que convirtió a los campesinos salvadoreños en simples colonos o a arrendatarios de las tierras que habían sido de sus comunidades.

A esos campesinos se les acabó su país y debieron buscar en Honduras las tierras que les habían quitado en su país y en Honduras fueron recibidos como esa migración permisiva que existe en las comunidades fronterizas y más en dos países que no habían logrado llegar a un acuerdo sobre la delimitación de la frontera hasta que en 1992 por un fallo de la Corte Internacional de Justicia de la Haya, se logró la delimitación la que fue desfavorable para El Salvador, en un plano jurídico, ya que le otorgó a Honduras el 66.2 % de los 446.4 kilómetros en disputa, es decir, dos terceras partes de las tierras. También obliga a los gobiernos de ambos países a respetar los derechos de propiedad adquiridos por los habitantes de los exbolsones.

El día «D» fue el 14 de julio de 1969, la hora «H» 18:10 horas, la FAES decidió iniciar el ataque, los objetivos: dos aeropuertos: Toncontin en Tegucigalpa, sede del cuartel General de la Fuerza Aérea Hondureña (FAH) y el aeropuerto de La Mesa en San Pedro Sula, sede de su Comando Norte.

Cinco aviones Goodyear FG-1 D Corsarios bombardearian el aeropuerto La Mesa mientras que cuatro aviones Mustang F-51 escoltarían a un avión de transporte C-47 el que bombardearia el aeropuerto Toncontín, dos Mustang F-51 atacarían Catacamas, Olancho.

14 aviones civiles convertidos en naves de guerra equipadas con mecanismos de lanzamiento de granadas de mortero de 60 y 81 milímetros tripulados por soldados de la compañía aerotransportada atacarían 10 blancos, 10 poblaciones cercanas a la fronterca común. Ese fue el inició de la guerra de las cien horas.

En síntesis la guerra no fue por el fútbol como se ha mitificado, las causas reales fueron políticas, no deportivas.

“El único chance que los países pequeños del tercer mundo evocan un animado interés internacional es cuando derraman su sangre. Es una triste verdad, pero así es”. Ryszard Kapuscinski.

Fuente consultadas:

Una guerra breve y amarga: retaguardia, cultura de guerra y movilización patriótica en el conflicto Honduras-el Salvador, julio de 1969. Carlos Pérez Pineda.

Acuerdo sobre delimitacion fronteriza entre El Salvador y Honduras. Gloria Eugenia Parada Hernández.

EFE.

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