En San Pedro Sula, motor económico de Honduras y puerta de salida de miles de migrantes hondureños en los últimos años, familias enteras están atrapadas en un ciclo migratorio.
Los caparazones de las casas estaban en ruinas en el pueblo de La Samaritana después de que los huracanes Eta e Iota del año pasado destruyeran el área en La Lima, en las afueras de San Pedro Sula, Honduras, el miércoles 13 de enero de 2021.
Familias enteras en Honduras viven en una tiendas de campaña bajo un puente en las afueras de San Pedro Sula desde que el huracán Eta inundó su casa en noviembre.
Se encontraban en esa misma tienda, rodeados de otros refugiados de la tormenta, cuando el huracán Iota llegó apenas dos semanas después.
Y cuando en enero pasó la primera caravana de migrantes del año, sólo el miedo y los bolsillos vacíos les impidieron unirse al creciente éxodo de Honduras.
«Yo no quiero estar acá, mucho sufro pero qué yo voy hacer» dijo Nory Yamileth Hernández quien junto a sus tres hijos adolescentes vive en una tienda porque lo perdieron todo.
En San Pedro Sula, motor económico de Honduras y puerta de salida de miles de migrantes hondureños en los últimos años, familias como la de Hernández están atrapadas en un ciclo migratorio.
La pobreza y la violencia de las pandillas los empujan a salir y las medidas agresivas para detenerlos, impulsadas por el gobierno de Estados Unidos, y los hacen regresar.
Los daños económicos de la pandemia del COVID-19 y la devastación causada por los huracanes de noviembre no han hecho más que aumentar esas fuerzas.
Y la noticia de una nueva administración en EE. UU. con un enfoque más suave hacia los migrantes ha despertado esperanzas.
Joe Biden, firmó nueve decretos que revocan las medidas de Trump relacionados con la separación de familias, la seguridad fronteriza y la inmigración.
Pero ante el temor de un aumento de la inmigración, la administración también envió el mensaje de que poco cambiará rápidamente para los migrantes que llegan a la frontera sur de Estados Unidos.
Los últimos intentos de caravanas han sido frustrados, primero en México y después en Guatemala, pero el flujo diario de migrantes trasladados por los contrabandistas continúa y ha dado muestras de aumentar.
La esperanza y la desinformación asociadas a la nueva administración estadounidense también ayudan a ese negocio.
En enero, San Pedro Sula bullía de planes para emigrar como lo explica Juan Antonio Ramírez, de 73 años, cuyos hijos y nietos pasaron seis días varados en un tejado de chapa ondulada rodeado por las aguas de la inundación en noviembre.
Las elecciones primarias en Honduras están programadas para marzo y las organizaciones no gubernamentales temen que cualquier ayuda venga con condiciones políticas.
(Reportaje en video original de AP, adaptado para redacción de la Voz de América)