“Perdí a un hermano, pero gané 600 más”: afirma el hondureño ganador de premio de ACNUR

Redacción El Pulso9 octubre, 2021

BOGOTÁ, Colombia 

Hace casi una década, las preocupaciones de Santiago Ávila Corrales, un hondureño de 33 años, eran comunes de un joven de esa edad: pertenecía a una banda de heavy metal y viajaba por el país dando conciertos. Pero su vida cambió para siempre cuando su hermano Mauricio, a los 16 años de edad, fue asesinado a manos de bandas criminales en Tegucigalpa, Honduras.

A raíz del dolor más grande que ha vivido, se vio con dos opciones: integrarse a una banda criminal para vengarse, o sumarse a una causa social para prevenir que otras familias pierdan a sus seres queridos a consecuencia de la violencia.

«Mi hermano no estaba involucrado, pero cualquiera de los chicos que viven en esas comunidades en un momento u otro pueden ser víctimas de la violencia, ya sea de manera circunstancial o porque algún miembro de la familia o personas cercanas esté involucrado. Las venganzas y las muestras de quién tiene más poder arrasan con cualquiera que no esté involucrado», dijo Ávila Corrales.

«Sabíamos quiénes eran los asesinos de mi hermano, porque en la comunidad donde yo crecí, mis amigos de la infancia, mis compañeros de la escuela son los actuales líderes de las bandas criminales y unos todavía siguen y otros ya están muertos. Y somos muy pocos los que hemos decidido llevar otro rumbo a nuestra vida», contó Santiago a la Voz de América.

Precisamente este fue el motivo por el que, en 2011, creo la fundación Jóvenes contra la Violencia, una organización que le ofrece a los jóvenes de Honduras, principalmente, pero también de Guatemala y El Salvador, opciones de vida diferentes a las pandillas.

Por esta labor, Ávila Corrales fue seleccionado como ganador regional en las Américas del Premio Nansen para los Refugiados del ACNUR. Establecido en 1954, el premio «honra a individuos, grupos y organizaciones que van más allá del llamado del deber para proteger a las personas refugiadas, desplazadas y apátridas».

La violencia y la dinámica de las bandas criminales es una realidad que Ávila Corrales y las personas que trabajan en la fundación conocen de cerca. Su metodología consiste en «atraer a la juventud que está en riesgo de caer en estructuras criminales, a través de diferentes programas, actividades que desarrollamos todos los días, todas las semanas, todos los meses, en cada comunidad donde tenemos intervención».

Pero, enfatiza, lo más importante de la fundación es que le están dando identidad a una juventud que necesita ser reconocida: «Todo joven quiere pertenecer a algo, quiere sentirse parte de un grupo, quiere sentirse incluido y quiere tener una familia, y esto están ofreciendo las estructuras de crimen organizado. Son gente muy inteligente que lastimosamente aprovecha su liderazgo para cosas negativas. Pues nosotros estamos orientando todo esto hacia una parte positiva, rescatando todos los talentos que tienen las y los chicos dentro de las comunidades para poder potenciar ese gran talento hacia acciones positivas».

El éxito del trabajo está basado en que identifican los puntos sensibles de las estructuras criminales: las familias de las personas con la que trabajan, explicó. «El que ya es parte de una estructura criminal, no quiere que su hijo, su sobrino, su familiar lleve el estilo de vida que lleva. Y, gracias a esto, nos hemos ganado la confianza de la comunidad», una situación que, en vez de generar represalias, los ha impulsado a seguir adelante.

«Puedo decir con mucho orgullo que hoy en día en muchas comunidades de mi país, una de las maneras de poder salir del crimen organizado es entrando a Jóvenes contra la Violencia, porque, quieras o no, pues también nos hemos ganado el respeto de la gente que está en las estructuras criminales».

Más de 600 voluntarios han hecho parte de los programas de la fundación.

«Yo siempre digo: perdí a un hermano, pero gané 600 hermanos más, aunque no somos de la misma madre», agregó.

Algunos se dedican a hacer voluntariado en su comunidad, otros están apoyando diferentes procesos de ley a favor de la niñez y juventud, y hay quienes trabajan a través de los medios de comunicación difundiendo información orientada a la prevención de la violencia.

Para Ávila Corrales, el desplazamiento interno forzado por la violencia es uno de los problemas que más afecta a su país. «Hasta 2018, habían más de 247.000 personas víctimas de desplazamiento, que se han visto obligadas a salir de sus casas por situaciones de extorsión, por situación de que asesinan a un familiar y tienen que dejar prácticamente todo atrás», dijo el joven hondureño, y añadió que la fundación ve a los jóvenes como víctimas de un sistema que está fallando, incluyendo el rol de la familia, la comunidad, las instituciones, la sociedad civil y el Gobierno.

Santiago afirma que el Premio Nasen lo llena de orgullo y alegría. «Siempre esperamos ganar en todo, de verdad, empezando por las batallas que se libran ahí en las comunidades. Y nos sentimos superbién, alegres, por recibir este reconocimiento porque algo que nos gusta a los jóvenes es que nos reconozcan el trabajo».

Pero reconoce que queda mucho por trabajar. El joven -quien vive en San Pedro Sula- sueña que la organización siga creciendo. «Que podamos demostrar que la juventud tiene gran talento, que podamos luchar contra la marea, pero demostrarles a todas aquellas personas que no creen en la juventud, que sí hay esperanza, que sí podemos salir adelante. Pero mi sueño más grande es poder seguir salvando vidas de jóvenes, de niños, de adolescentes. De seguirle arrancando a las estructuras criminales estos voluntarios. Nosotros decimos: un voluntario más significa una persona que no está delinquiendo en las calles». (Con información de VOA). 

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