…Por Berman Bans, Nicaragua.
La reciente apertura de una demanda legal por arriendo en contra de Ernesto Cardenal, que asciende a unos 800 mil dólares, justo en el contexto del Festival de Poesía de Granada, ha desatado una ola de reacciones de solidaridad de parte de los escritores, la sociedad civil, y los agentes culturales, nacionales e internacionales, que no dudan de que se trata de una abierta persecución política de parte de la pareja presidencial en contra de quien en otra hora fuese precisamente el más célebre poeta y vocero de la revolución sandinista. La demanda por arriendo de parte de Nubia Arcia, según Cardenal, y la mayoría de quienes le apoyan en su público alegato, obedece al capricho de una pareja que no sólo detenta el poder ejecutivo, sino, como es bien sabido en Nicaragua, todos los poderes públicos, incluso los de alcance privado en esa especie de híbrido de gobierno corporativista y populista, estilo cubano-venezolano, donde el Estado se encuentra controlado por unas pocas manos que dirigen el movimiento de la sociedad desde su propia visión ideológica centralizada en casi omnímoda poder ejecutivo.
Para unos oídos extranjeros, poco familiarizados con la cultura literaria de la Nicaragua de los últimos cuarenta años, podría resultar inverosímil esta versión de la historia (que, claro está, podría tender fácilmente a un maniqueismo a ultranza, donde los malos son los Ortega Murillo y sus seguidores serviles en los puestos legislativos y judiciales más corrompidos, y el vate de 94 años la víctima sacrificial de semejante escándalo para la cultura y las humanidades en Latinoamérica), ¿Qué ganan los Ortega Murillo con un escándalo cómo ese, con una acción a todas luces mezquina contra un anciano que no posee grandes bienes materiales, y cuya vida y obra han contribuido a la cultura Nicaraguense, y sin duda a la hispanomericana, y a la misma historia revolucionaria, de una manera como quizá ningún poeta vivo en Nicaragua lo ha hecho hasta ahora? ¿No resulta exagerado ver una persecución política en lo que no es nada más que una demanda legal por un conflicto de arriendo? ¿Son capaces los poetas y promotores culturales en Nicaragua, (y aquí aludimos a la primera dama y a su séquito), de tales pasiones viscerales como salidas de una Novela Negra de Padura?. Pues tristemente aclaramos que sí. Y esa misma reacción primaria que nos hizo pensar dos veces en tomar en serio a un Castellanos Moya o a un Jorge Galán (cuando alegaron públicamente ser perseguidos en El Salvador por escribir y publicar sendas novelas que cuestionaban las raíces del poder en su país, situación grave que a ambos los ha obligado al exilio al otro lado del océano), es la misma que nos embarga al escuchar los alegatos públicos de Cardenal al considerarse a sí mismo como un perseguido político.
Más allá de entrar en detalles acerca de la demanda en sí, hay que escuchar a los escritores y promotores culturales que en los ochenta participaron hombro a hombro en el proceso cultural de la Revolución. La época en que Ernesto Cardenal era el Ministro de Cultura, y la poeta Rosario Murillo, esposa de Daniel Ortega, la directora de la ATSC (Asociación Sandinista de Trabajadores de la Cultura). Ambas organizaciones eran pro revolucionarias, mientras se barajaban las últimas cartas de la Guerra Fría. Pero, a pesar de tener ideologías y objetivos políticos en común, además de métodos inquisitorios paralelos, fundamentados en el realismo social ruso-cubano, para purgar de sus filas, o de cualquier fila dentro de las fronteras nicas durante la guerra y el bloqueo, a todo aquel artista o pensador o escritor que fuesen juzgados como sospechosos de diversionismo ideológico contrario a los valores revolucionarios, en realidad, en la práctica y bajo la mesa, ambas organizaciones eran casi rivales en cuanto a los métodos de promover la cultura revolucionaria. Y durante mucho tiempo la ASTC congregó a escritores que, por alguna razón, estética, ideológica, o meramente personal, se ubicase distanciado o hasta malquistado con la persona y el proceder de Ernesto Cardenal y de sus allegados. La caída del muro de Berlìn, el triunfo electoral de Violeta Barrios de Chamorro, los acuerdos de paz, y el regreso de los exiliados, no hizo más que agravar dichos distanciamientos. Sobretodo cuando Cardenal, luego de convocar una conferencia de prensa hacia el año 1993, renunciara a su militancia en el FSLN, denunciando la corrupción del partido, y acusando a Ortega de traicionar los ideales de la Revolución , gesto que inspiró eventualmente la renuncia y la disidencia del FSLN de la mayoría de los escritores y artistas que pertenecían al partido hasta ese entonces, o al menos de los que aún no habían renunciado. Esa disidencia fue de hecho el germen del nacimiento del MRS (Movimiento Renovador Sandinista), el partido de izquierda rival del FSLN, que en una ocasión tuvo como candidato presidencial al narrador Sergio Ramírez y como candidato a Vicepresidente al músico revolucionario Carlos Mejía Godoy. Que yo sepa hasta ahora nadie ha escrito en Nicaragua algún tipo de testimonio periodístico o crónica sobre dichas rivalidades entre estas facciones de la izquierda en Nicaragua. Lo poco que conocemos es por las novelas o relatos de ficción que se han publicado en la postguerrra, o las conversaciones de los protagonistas de dicha época en tabernas marginales de Managua al calor de los tragos y las nostalgia ochentera, que de alguna manera también podría formar parte de la ficción, y por eso es difícil corroborar por medio de citas rigurosas la historia de esas rivalidades que han desembocado en la vergonzosa noticia de esa demanda contra el poeta. Así se pueden escuchar aún hoy los ecos de dichas posiciones: Por un lado, a de los escritores nacionales o internacionales (concentrados o simpatizantes del Centro Nicaraguense de Escritores), que apoyan abiertamente a Ernesto Cardenal, pues no ignoran que el ataque no es sólo contra su persona y lo que representa, sino contra todos los escritores y actores culturales que se atrevan a cuestionar los desmanes despóticos de una pareja todopoderosa para quienes la libertad de expresión no significan mucho en cuanto no se atreva a desprestigiar la imagen casi sagrada, de matriarca y patriarca del pueblo, que ellos desean promover en el exterior. Por otro lado la de todos aquellos escritores o artistas que , dependiendo cultural y laboralmente del poder ejecutivo (es decir, el poder que detenta en Nicaragua todos los demás poderes en una suerte de Estado pre moderno, como si Montesquieu nunca hubiese existido), declaan abiertamente, sobretodo en medios de comunicación oficialistas, que Ernesto debe pagar, y que no debe echar la culpa al Comandante o a la “compañera” de sus “malandradas capitalistas”…Y en medio están, sí, también hay grises, los que saben que Ernesto es inocente en este caso, pero no se atreven a tocar el tema en público ni en privado, sea porque sus familias dependen del Estado o porque, prudentemente, temen ser los próximos perseguidos en la lista de los non gratos del gobierno.
Al final nos queda la visión mítica de esa comunidad de Solentiname. Ese lugar utópico al que no hemos llegado, y tal vez ya nunca llegaremos, esas “ínsulas extrañas” donde un monje poeta junto a unos campesinos analfabetos, pero sin duda geniales, nos mostraron en los albores de los años sesentas, no sólo un arte naif que se paseó por los museos de Londres y Nueva York, y una poesía que dio mucho que hablar en su época, sino también, en un momento álgido de la historia latinoamericana, una manera de combinar lo mejor del Evangelio con el análisis marxista, que dio la vuelta al mundo para escándalo de los neoliberales y de los cristianos neocapitalistas. La esperanza de que en la pobreza había una opción de calidad para el hombre y la mujer, con su propio arte, con su propia manera de decir las cosas, con su propia manera asombrada de contar su historia ante el poder de cualquier imperio. El lugar que enamoró a un Cortázar; El sitio que provocó la sonrisa maligna de un Rushdie; el canto de una Joan Baez, y la simpatía sincera, aunque desencantada, de un Roberto Bolaño, pareciera desvanecerse para nosotros, cuando un caso mezquino de demandas legales por arriendo, con los hilos del poder estatal meneando las cuerdas, van reduciendo el recuerdo de la utopía en Nicaragua a algo que se disipa lentamente en la lejanía, como diría el emblemático coro de la más famosa canción de R.E.M, (Loosing my Religion), Thats was just to dream…dream..dream.
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Berman Bans, Managua,1976. Fraile capuchino, poeta, narrador, ensayista. Graduado en Filosofía y Humanidades por la Universidad Católica de Costa Rica. Ganador del Certamen de Publicación de Obras Literarias 2011 del Centro Nicaragüense de Escritores en la categoría de poesía con el poemario “Bitácora de un naufragio” (2011). Es autor del libro de cuentos La Fuga (2013), Leteo Ediciones y Huésped de tu sombra de Casasola Editores (2017). Ha publicado en «El Hilo Azul», «La Prensa Literaria» y «Revista del Centro de Investigaciones Lingüísticas y Literarias, CILL, UNAN, Managua». Cofundador y actual director de la revista literaria on line Alastor, donde suele publicar ensayos y reseñas literarias.