MOSCÚ, Rusia
La llegada de Joe Biden a la presidencia de EE.UU dio un giro a la política exterior estadounidense que, durante los tiempos de Trump y sus republicanos, había tenido como anatema a Venezuela, llegando incluso a sugerir la posibilidad real de una invasión a este país.
Con la llegada de los demócratas al poder, en relación a Latinoamérica, se comienza a privilegiar el problema real –y no meramente ideológico– de la migración masiva, que no ha dejado de fluir hacia EE.UU., como centralidad temática en la opinión pública estadounidense.
Tanto el secretario de Estado, Antony Blinken, como la vicepresidenta, Kamala Harris, han abordado este tema en las giras que ha mantenido por Latinoamérica desde que comenzaron su gestión.
Centroamérica –especialmente Honduras, El Salvador y Guatemala– es el principal lugar de origen de la migración que llega a EE.UU. a través de México, de ahí que se haya convertido en uno de los principales dolores de cabeza de Washington.
A la crítica situación social y estructural de esta región, se suma estos últimos meses el definitivo divorcio político entre varios gobiernos de la región y Washington.
En el golpe de Estado de 2009 contra Zelaya hubo participación de la Inteligencia estadounidense. En ese entonces, Biden era vicepresidente de EE.UU. Ahora, con las olas migratorias y el triunfo de Castro, la Casa Blanca ha preferido actuar inteligentemente.
A las diatribas con Nicaragua, que llevan ya años, se le ha sumado el nuevo conflicto con El Salvador. Desde la llegada de Nayib Bukele a la presidencia, las relaciones se han tensado y es muy poca la influencia que sobre este país tiene ya la potencia del norte.
Las últimas decisiones de su presidente, luego de su amplio triunfo en las legislativas de 2021, de apostar por las criptomonedas, así como los cambios en torno al sistema de Justicia, le han abierto un nuevo flanco al Gobierno estadounidense.
Por su parte, Honduras ya venía fuera de órbita debido a las acusaciones que han salido de los tribunales de EE.UU. contra su anterior presidente, Juan Orlando Hernández, por delitos relacionados con el narcotráfico.
Finalizando 2021, gana la fórmula izquierdista de Xiomara Castro, cuyo esposo, Manuel Zelaya, fue derrocado por un golpe de Estado en 2009, en el que hubo una participación activa de la Inteligencia estadounidense, quien incluso prestó una base militar que mantiene en ese país para retener por unas horas al entonces presidente, elegido democráticamente, antes de que las Fuerzas Armadas lo exiliaran por la fuerza.
En ese entonces también mandaban los demócratas, con Biden ejerciendo la vicepresidencia, así que la nueva Administración todavía recordará lo sucedido.
Ahora, con la presión que ejercen las olas migratorias procedentes de Centroamérica, y ante el triunfo de Castro, la Casa Blanca ha preferido actuar inteligentemente y Kamala Harris llamó el pasado 10 de diciembre a la presidenta recién electa para felicitarla y ofrecerle trabajo conjunto.
Así, está planeada la visita de la funcionaria estadounidense para la toma de posesión de Castro, que se llevará a cabo este jueves.
Lo que quizá no se imaginó la vicepresidenta estadounidense es que una crisis institucional se avecinara de forma tan abrupta antes de su llegada.
El Congreso se ha dividido y ha elegido en paralelo a dos presidentes de la cámara, con lo cual llegaría en un momento de dislocación política que hace recordar el golpe contra Zelaya.
Hipotéticamente, Harris llegaría para apoyar a Castro, e incluso, para tratar de mediar entre ambas partes, lo que puede restarle potencia a su objetivo central: buscar mecanismos para frenar la migración.
Resulta lógico pensar que la profundización del conflicto en Honduras o, para decirlo de forma más clara, la obstaculización de la normalización política en ese país, después de varios años de inestabilidad debido a aquel golpe, seguramente va a provocar un aumento en los flujos migratorios. Y el Gobierno de EE.UU. quiere impedir este escenario.
Antes que se precipitara esta crisis institucional, la agenda de Harris estaba muy centrada en el tema económico.
Por ello, su comitiva estará conformada fundamentalmente por actores de este sector, como la administradora de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), Samantha Power; el subsecretario de Crecimiento Económico, Energía y Medio Ambiente, José W. Fernandez; y la encargada de negocios de la embajada de EE.UU. en Tegucigalpa, Colleen Hoey, además del subsecretario de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental, Brian A. Nichols.
EE.UU. no puede darse el lujo en estos momentos, tanto por el problema migratorio como por el geopolítico, de amenazar al nuevo gobierno izquierdista y provocar un «descarrilamiento» definitivo de Honduras.
La oficina de Harris ha anunciado nuevas inversiones privadas en los tres países del denominado ‘triángulo norte’ que se llevarían a cabo por Microsoft, Master Card y PepsiCo, entre otras empresas. La cifra mencionada ronda los 1.200 millones de dólares de inversión, según voceros de la Casa Blanca.
Todo esto con el único fin de intentar frenar la migración atacando sus causas estructurales: la pobreza que históricamente sufre la región.
«La visita de la vicepresidenta promoverá el compromiso que ella y la presidenta electa Castro hicieron durante su llamada telefónica del 10 de diciembre para profundizar la asociación entre EE.UU. y Honduras y trabajar juntas para promover el crecimiento económico, combatir la corrupción y abordar las causas profundas de migración», informó Sabrina Singh, subsecretaria de prensa de Harris.
En definitiva, la lectura de la visita parece no tener muchos equívocos: EE.UU. no puede darse el lujo en estos momentos, tanto por el problema migratorio como por el geopolítico, de amenazar al nuevo gobierno izquierdista y provocar un «descarrilamiento» definitivo de Honduras, cuyo gobierno puede terminar aliado a quienes denunciaron el golpe contra Zelaya, como Cuba y Venezuela, entre otros gobiernos izquierdistas.
En el mismo sentido, no puede permitir que lo que queda de «patio trasero», ahora llamado por Biden «patio delantero» para florear su relación con la región en un momento de giro general hacia la izquierda, se radicalice. América Latina viene cambiando de signo y ya son muy pocos los gobiernos proestadounidenses que quedan.
Harris llegará a Tegucigalpa, y allí sabremos qué nueva estrategia trae su gobierno en relación con los cambios que se suscitan en la región. (Con información de RT).