Jorge Sagastume*
El 2018 fue un año de fábulas y de duermevelas. El surrealismo de la política se volvió a revolcar en el fangoso subsuelo de la corrupción y la impunidad. Mientras el 2019, amenaza en convertirse en la siesta de lo inverosímil. El Macondo hondureño seguirá en cuidados intensivos. El presente es un largo río desmayado en la esquina más fría y abandonada de mi barrio. La democracia es una retahíla de escombros y harapos tendidos en los maderos podridos de un sol reciclado y en desuso.
De pasado vertiginoso, caótico y bajo el suspenso absoluto de la corrupción, el 2018 se ha quedado pegado en la membrana de nuestra memoria, como el año donde las hojas de cada mes se fueron desprendiendo del oráculo del calendario de manera siniestra y abrazados fuimos por la incertidumbre y el desaliento; se rompió el prisma de cada amanecer, sacudió y pulverizó la última tentativa colectiva que los hondureños albergábamos de esta manzana de tierra que con gran esfuerzo seguimos llamando patria.
De esta patria sangrante y moribunda duele la pérdida creciente de la fe de la juventud en las autoridades y en el desarrollo mismo del país. Por otra parte, ahora ya no solo hay personas viviendo bajo la línea de la pobreza, también hay personas viviendo bajo la línea de la migración. Migración, pobreza y exclusión social, en el 2018 este trinomio logró – como pocas cosas sociales – alcanzar una fase importante de consolidación, arbitraria y inconsecuente a los objetivos de la Agenda 2030. Notoria y paradójicamente, Honduras nada contracorriente con este compromiso universal rectorado por las Naciones Unidas.
El caso “Pandora” nos recordó que “las venas abiertas”, ese saqueo estructurado y sistémico que comenzó durante la colonia nunca ha cesado y sigue siendo el manjar de mayor predilección de un grupo de políticos sin escrúpulos, etiquetados con el mismo linaje de la avaricia y la colonización. La conquista es interminable, la cruz y la espada sigue siendo la misma, con mas colmillos afilados. La erosión al Estado es impecable. La justicia es un antro de corrupción sin fondo y la madeja de la impunidad oficial se sigue bordando desde los pasillos de la casa presidencial.
Los empresarios –no todos– convertidos en larvas políticas no tienen pudor para disfrazarse de políticos (y viceversa) y el Estado es el mayor proveedor y la plataforma que sostiene por dentro los pilares donde descansa la narcoactividad. Todo se ha contaminado, los tres poderes del Estado son un relojito suizo sincronizados al Poder Ejecutivo. La política y sus tentáculos eclipsa a los más poderosos que caen obnubilados ante el incienso profundo de la corrupción y ante las extrovertidas e ingobernables escamas de la droga.
Mientras tanto el país se desangra de personas: estudiantes, profesionales, campesinos, obreros, mujeres amas de casa, mujeres profesionales, NNA no acompañados, toman la decisión forzada de emigrar, sobre todo al norte del hemisferio. Asistimos, sin precedentes, a una década de profunda movilidad humana, cientos de desplazados por el desempleo, la inseguridad y la misma violencia del estado, migran en calidad de personas solicitantes de refugio; otros, (una gran mayoría) buscan cruzar una frontera en calidad de migrantes internacionales. Se trata, entonces, de salvar su propia vida y la de su familia y de renunciar, sobre todo, al futuro convertido ya en entelequia.
La política, en la actual circunstancia, es una bagatela y el peor pecado capital donde se engendra el voto electoral. Existe una profunda y crónica desafección política y el Estado es una exitosa hacienda patrimonial que se extiende hasta los confines del territorio de Lempira en el occidente de Honduras y Miami en los Estados Unidos. El desarrollo del país, mientras tanto, es un cuadro malhumorado del realismo mágico.
La droga destila la savia que sigue untando a los mas poderosos que se adueñaron de este país, cruza fronteras porosas y no porosas sin ningún control ni resistencia, contrario a una persona migrante que se enfrenta a obstáculos y políticas restrictivas que impiden que migrar sea un derecho humano.
*Es originario de Santa Bárbara, Honduras, es consultor en temas de movilidad humana y coopera con agencias del Sistema de las Naciones Unidas.